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Digna de especial atención es esta escena, á causa de su efecto dramático, esto es, del doble error de García y de Don Mendo, puesto que el uno, deseando matar á su ofensor, deja caer las armas de improviso, creyendo que es el Rey, y porque su deber de súbdito le obliga á no ofender nunca á su Soberano; y el otro no conoce que es tenido por el Rey, atribuyendo la sumisión repentina de García sólo al respeto, que exige un hombre de su rango.

Las exageradas pretensiones de los monarcas españoles no eran sólo palabras ostentosas: ningún otro soberano de Europa poseía dominios tan extensos, ni fuentes tan inagotables de riqueza.

Luego el soberano gusto, el arte, mejor dicho, con que sabía adaptar el color y la forma del vestido al tono de sus carnes y a los cambios que en su naturaleza se operaban, daba primor y relieve a aquella adorable figura. Eso , toda la casa giraba en torno de ella. Como una diosa adorada y temida, movía a su talante todas las figuras humanas que cobijaban las torres chinescas.

Así es, que sin ruborizarse, los siguió mirando con bastante complacencia, como objetos santos y nada pecaminosos. Pero los tres salieron al punto del agua, y pronto se vistieron de elegantes ropas. Uno de ellos, el más hermoso de los tres, llevaba sobre la cabeza una diadema de esmeraldas y era acatado de los otros, como señor soberano.

Me volví hacia donde estaba Dechard, pero éste había desaparecido; fiel a la consigna recibida del Duque, en lugar de atacarme había corrido a la puerta de la otra celda y cerrádola tras . ¿Qué sería del Rey en aquel momento? No dudo que Dechard le hubiera dado muerte y a también, sin la intervención de un adicto servidor que dio la vida por su soberano.

M. Mignet, que poseía una con otro título, Vida reservada del Señor Rey Phelipe 2.º, por Antonio Pérez, no dudó que el autor fuese realmente el ex-Secretario del Rey elogiado, y transcribió la relación de los últimos momentos del Soberano, porque se supiera que «la muerte no le quiso arrebatar antes de haberle hecho sentir que los príncipes y monarcas de la tierra tienen tan miserables y vergonzosas salidas de la vida como los pobres de ella.

Los manejos de Portugal y las excitaciones tardías de D. Manuel, su Soberano, se estrellaron en la firme decisión tomada por el Monarca español, el cual otorgó solemnemente en Zaragoza, las regias capitulaciones con arreglo á las cuales había de hacerse la expedición á Occidente.

"Siempre han sido los deseos mas vivos de mi corazon el sacrificar los intereses todos, por mantener y conservar la felicidad y seguridad de todos los pueblos y provincias, que la dignacion de nuestro muy amado Soberano, el Sr. D. Fernando VII., tuvo á bien poner bajo mi inmediato mando.

El prudente rey Don Felipe II reconoce entonces la capacidad y el valer del servidor de su hermana y se aprovecha de tan altas condiciones, empleando a aquel hidalgo portugués en los asuntos más arduos. Hábil y dichoso D. Cristóbal de Moura, los desempeña a gusto y satisfacción del soberano, y es delicado, fino e inteligente instrumento de sus artes políticas y de su prudencia cautelosa.

Celebráronse mis desposorios con un príncipe soberano de Masa-Carrara. ¡Dios mio! ¡qué príncipe! tan lindo como yo; ayroso, y de la condición mas blanda, del mas agudo ingenio, y perdido por mi de amores: yo le amaba como quien quiere por la vez primera, esto es que le idolatraba.