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Como, por ejemplo, la de Gerona del año 1475. Blas Nasarre, y después de él Luzán, Velázquez y Jovellanos, hablan de una representación dramática celebrada para solemnizar estas regias bodas; pero á no indicarse la fuente de donde proviene esta noticia, no hay motivo bastante para darles entera fe.

De este modo no fué posible a Lope imponer una alta significación a su vida: enamorado perenne, no pudo, sin embargo, crearse un amor digno de inmortalidad, como los de Dante o Petrarca, sino que permaneció siempre en un bajo terreno de sensuales devaneos: hombre de mundo, no supo labrarse una posición independiente, y es triste ver sus regias facultades empleadas en mendigar favores del Duque en tantas de sus cartas.

Pero esta dicha es poco duradera, porque Don Héctor lo cita á singular combate; depone entonces su espada y sus regias insignias, y le dice que el Demonio se lo lleve si ha sido alguna vez un héroe; que creyó vivir sosegado y tranquilo llamándose Aquiles; pero que sabiendo ya que ha de pelear, renuncia á su dignidad y prefiere la vida.

Y cruzaban las pagodas, y cruzaban las pagodas cual visión de mil colores, como regias invitadas a las bodas de la luz de las estrellas y el aroma de las flores.

Esta nominacion de los reyes se hacia por peticion ó súplica, hasta que Adriano VI concedió al emperador Carlos V la facultad de nombrar los obispos. Ad regias preces dabat Papa Episcopos. Al año de tomar posesion del obispado D. Tello de Buendia, falleció, y fué sepultado en el quinto nicho del sepulcro de los cinco obispos que fabricó D. Leopoldo de Austria.

Nosotros recordamos con un poco de estupor los preceptos artísticos de D. Alberto Lista, a los cuales ciñóse estrictamente, tal vez sólo por devoción personal al maestro, hasta en las postreras regias salutaciones que trazó su mano senil venerable.

Al mirarla, mi sangre ha detenido su curso natural; he sentido la angustia de la muerte... No he podida llorar. ¡Ella pobre, marchita, sola y triste! ¡Oh! ¡Cuánto sufrirá! ¡Ella, que ayer en régias bacanales consumia su afan! El vicio y la impureza la han manchado arrugando su faz... ¡Dios mio! Al verla así, ¿cómo no puedo áun dejarla de amar?

La vida de los habitantes del nido era tan dulce como la de todos los que esperan, como la de todos aquellos para quienes en el despacho del teatro de la ilusion no ha aparecido aún el fatídico letrero de «No hay billetesCasi todos eran republicanos, y no eran más, porque no habia más que ser; y el único decididamente afiliado en el partido conservador, pensaba con seriedad en la conveniencia de escribir un drama político-filosófico-social probando que los casamientos de Estado son una infamia intolerable, que un rey debe casarse por amor y dar su mano á una fregona de palacio, si ésta, con la bondad de sus prendas y la belleza de su palmito, ha logrado inclinar el ánimo de S.M. desde las ventanas de la régia cámara hasta los respiraderos de las régias cocinas.

Y por si tanta honra pareciese escasa al lector, quiero que sepa que también regias plantas de dos dinastías se han deslizado sobre el polvo de aquel rústico pavimento. ¿Á qué decir más en abono de sus timbres de nobleza? De su crédito en la plaza, pregúntese á Romea, Teodora Lamadrid, Arjona, la Ristori y otras celebridades escénicas.

Las cartas que acreditaban las cruces de Carlos III y de Isabel la Católica, concedidas por las regias personas después de sus visitas a la bodega de los Dupont, ocupaban las paredes más oscuras, encuadradas en marcos menos vistosos, con la modestia que el poder civil debe mostrar ante la representación de Dios; cediendo el sitio, como avergonzadas, a todos los títulos honoríficos inventados por la Iglesia, que habían llovido sobre don Pablo, sin que faltase uno.