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EL ESTILO DE VELÁZQUEZ. INFLUENCIA EJERCIDA EN

Interior de la Iglesia de San Jerónimo. El salón dorado. Una cabeza de una inglesa. No se conservan bocetos que puedan indudablemente considerarse de Velázquez aunque los escritores extranjeros mencionen muchos y los coleccionistas pretendan poseerlos.

Esto nos da ocasión para hablar de cuantas veces se retrató Velázquez. En los museos y colecciones particulares del extranjero, hay muchos retratos suyos que se supone hechos por él mismo.

La primera vez que me alegro de separarme de ti, Velázquez repuso éste estrechándole la mano. Acometidos de un vértigo, todos hablaban y nadie se entendía. Mas aquí que el prudente Frasquito se acerca á Velázquez y le dice misteriosamente: Oye, chico, pero ¿vas á perder el dinero del pasaje?

El placer de Velázquez pintando sus Borrachos, ó el de Rembrandt cuando bosquejaba su célebre Lección de anatomía, debía de ser grande: es siempre un goce contemplar la naturaleza de un modo desinteresado: mayor aún poseer la facultad de reproducirla con la exactitud asombrosa de estos maestros.

Llegó Felipe IV, descubrió el cuadro y al preguntar cuyo era. Pareja se arrojó a sus pies: entonces el monarca dijo a Velázquez. «Advertid que quien tiene esta habilidad no puede ser esclavo». Su dueño le hizo libre en el acto: mas Pareja toda la vida continuó sirviéndole, y muerto él a su hija y su yerno. En verdad que dice mucho en favor del amo esta segunda y voluntaria sujeción del siervo.

Luchando á brazo partido, con sus propias fuerzas, es casi seguro que Soledad hubiera dado buena cuenta de él. No; conmigo no se casará jamás, no habiéndolo hecho ya... Ya no me quiere... Son aprensiones tuyas. Velázquez te quiere, y tarde ó temprano se casará contigo. Decía esto para consolarla, pero sin creerlo.

Prefería los de mujeres: damas de melena corta y rizada, con un lazo en una sien, como las que pintó Velázquez, caras largas del siglo siguiente, con boca de cereza, dos lunares en las mejillas y una torre de pelo blanco. El recuerdo de la basilisa parecía esparcirse por estos cuadros. Todas las damas tenían algo de ella.

¡Velázquez! exclamó la joven en el colmo de la sorpresa, el dolor y la vergüenza. Se alzó de la silla y volvió á dejarse caer sollozando. Después subió á su cuarto, se echó sobre la cama y siguió suspirando largo rato.

Caminaron en silencio algunos minutos. Pero ¿dónde vamos? dijo al fin Uceda parándose. Soledad tardó en responder. Al cabo dijo con acento de vacilación: Si han venido ya de Puerta de Tierra, deben de estar en la tienda de Crisanto. Velázquez suele parar allí muy á menudo. La tienda de Crisanto estaba en la calle de Pedro Conde, muy cerca de los muelles.