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Y Juanito, que hablaba con cierto entusiasmo de sus tareas, y en menos de veinte palabras mezcló varias veces el debe y el haber, viose interrumpido por su principal, don Antonio Cuadros, que tras media hora de regateo acababa de vender el tapabocas para el chicuelo panzudo. Pero siéntese usted, Manuela... a menos que quiera usted molestarse subiendo al entresuelo. Teresa se alegrará de verla.

Tengo grabadas en la retina, y para siempre lo estarán tal vez, las escenas callejeras que más me impresionaron, los cuadros de la vida que primero descifraron mis ojos y las primeras letras del abecedario social que aprendí a conocer.

Tuvieron en aquella tarde encuentros muy penosos. Andresito, el hijo de Cuadros, pasó por entre las dos filas de carruajes montando el enorme caballote que le había comprado su padre. Buscaba a la novia para ir escoltándola, luciendo sus habilidades hípicas en torno de su carruaje.

Tío, usted se queda con sus amigos y me devuelve la compañera, ¿no es así? le dije a mi tío Ramón. Te la entrego, siempre que ella lo consienta me contestó, y como Blanca se desprendiera sonriendo de su brazo, mi tío la dejó hacer y nos alejamos de nuevo de aquel grupo, que formaba uno de los más interesantes cuadros del salón.

La circunstancia de haberle nombrado veedor de las obras que se hacían en la torre vieja del Alcázar para fabricar la pieza ochavada, de que hablan los documentos del archivo real, debió de favorecer su propósito, y tal vez contribuyese a determinarlo el ocurrírsele al Rey adquirir cuadros para ornato de aquella parte de palacio que se estaba reformando.

No hay duda que los cuadros líricos sentimentales y las prolijas narraciones, así descriptivas como pintorescas, que encontramos en ella, se ajustan á las circunstancias y á la disposición de ánimo de los interlocutores, aunque sin dejar por esto de tener por mismos gran importancia, y sin dañar tampoco al carácter dramático del todo, formando un organismo aparte, y destacándose notablemente, por su índole, del diálogo.

Las descripciones de muchos asuntos alegóricos, como este último, confirman el concepto de que no se describen cuadros, y además en ninguno de los asientos se mencionan colores de trajes, fondos de oro y otros pormenores, que, seguramente no habría omitido D. Fernando tratándose de cuadros. ¿Dónde ha ido á parar tan singular riqueza, preguntará al lector?

Las líneas de ferrocarriles se cruzan, enlazan y complican en todas direcciones; los trenes se multiplican, conduciendo viajeros á millares y en incesante movimiento; los cambios de perspectiva son infinitos, ofreciendo los mas variados cuadros.

D. Salvador ensilló de nuevo su mula y se puso en marcha sin demora. Desde entonces, jamás hace esfuerzos por alcanzar a los viajeros que le preceden en las rutas de la tierra. Aguas abajo. Colón El álbum de Consuelo. Una ruda jornada. Los patitos del sabanero. El "Confianza". La bajada del Magdalena. Otra vez los cuadros soberbios. Los caimanes. Las tardes. La música en la noche. En Barranquilla.

Podía hablar con entera franqueza, pues ya sabía el gran interés que le inspiraba todo lo de su casa. Pero doña Manuela, a pesar de su superioridad, no pudo ocultar la sorpresa que le produjo conocer la verdad. ¡Vaya con el señor de Cuadros! ¡Quién iba a imaginarse una cosa así...! Todos los hombres son lo mismo.