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Actualizado: 25 de septiembre de 2024
Don Mateo, como una de las poquísimas personas que permanecían neutrales en Sarrió, fué recibido con franqueza y agasajo. Siéntese usted, don Mateo. ¿Qué trae de bueno por aquí? El anciano manifestó que venía a saber si era cierta la amenaza de suprimir la subvención de la banda en el caso de que fuese aquella tarde a la romería de San Antonio. El rostro de Maza se nubló. Era muy cierto.
Le miraba como un mueble más de su casa que todas las tardes venía a colocarse ante su paso; un autómata que se presentaba para pasar horas y horas contemplándola, pálido y emocionado, con el encogimiento de la inferioridad, contestando sus palabras muchas veces con simplezas que la hacían reír. Su ironía y aquella franqueza de que hacía gala, le herían cruelmente.
Un soldado estaba de faccion en la puerta excusada que nos debia dar entrada, y al parecer le habian dejado allí por cumplimiento mas que por guardar ó defender cosa ninguna. Ello es que entramos con franqueza sin que nadie nos dijese palabra; subímos escaleras, llamamos por todas partes, y nadie nos respondió ni se dió á luz.
Si no tiene escape, don Alejandro; y aunque le tuviera, ¡voto al draque! por el bienestar de una hija se tragan bombas con espoleta, cuanto más insignificancias como la de la máxima esa, que no es artículo de fe y menos entre cristianos... Y dígame ahora con toda franqueza y hablando en perfecta seriedad, ¿desde cuándo siente usted esas tentaciones tan fuertes de transigir?... Porque anoche estaba usted duro como una pena.
Eva azotaba nerviosamente con la fusta las hojas secas que quedaban todavía en las ramas muertas... Carlos se mordía el bigote oprimido por la conciencia de la palabra irreparable arrancada a su conciencia. ¿Quién sabía? Acaso le amaba ya un poco, a él, que la amaba tan apasionadamente... Acaso su brutal franqueza había helado la florecilla azul de un áspero frío de invierno.
Y con tan poca entereza como mi amo, el oficial inglés no se cuidó de disimular su inmensa pena: cubriose la cara con las manos y lloró, con toda la expresiva franqueza del verdadero dolor, al jefe, al protector y al amigo.
Después, dominado por el éxtasis de aquel momento de placer, la miré de fijo a los ojos, exclamando: Ha tratado de huir de mí, pero hoy la he vuelto a encontrar. He venido, Mabel, a confesarle con franqueza, a decirle... a decirle, mi queridísima Mabel, que... que la amo!
No llegaba él hasta esperar que disculpara sus amores con Serafina; era, por el contrario, indispensable, que no supiera de ellos; pero todo lo demás, ¿por qué no? Es decir, lo de las deudas y el dinero prestado, tampoco. Miraba a Emma; después miró al tío: o no había honradez y franqueza y lealtad en el mundo, o estaban pintadas en la cara, y especialmente en los ojos de tío y sobrina.
»Había en su acento tanta lealtad y franqueza, que el Conde, no pudiendo contener su emoción, le tendió espontáneamente la mano, diciéndole: »Soy yo, señor, a quien debe culparse de todo lo pasado. Deme su mano... y su amistad, porque en adelante puede usted contar con la mía. »Desde este día, Carlos frecuentaba nuestra casa.
Por otra parte, ¡qué franqueza tan natural no tiene que establecerse entre los viajeros, qué multitud de ocasiones de prestarse mutuos servicios, cuántas veces al día se pierde un guante, se cae un pañuelo, se deja olvidado algo en el coche o en la posada, cuántas veces hay que dar la mano para bajar o subir!
Palabra del Dia
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