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Actualizado: 11 de septiembre de 2024


¡Ah! ¡el alguacil Agustín de Avila! exclamó el bufón, y pasó por sus ojos un relámpago de muerte. Pero de repente apretó de nuevo á correr, exclamando: Lo otro es primero... la reina... ¡Dios mío! Y entró en el patio del alcázar. Allí, de una manera involuntaria, superior á su resistencia, se detuvo de nuevo, y miró á una torre almenada que se veía por cima de las galerías en un ángulo del patio.

Quedó helado. Permaneció en pie unos instantes mirándola con indefinible expresión de angustia y terror: por fin se dejó caer a sus pies exclamando con las manos cruzadas: ¡Oh, por Dios, no me mates! ¡no me mates! El semblante de Clementina se dulcificó y la voz también. Vamos, no seas niño, Mundo.... Levántate.... Tenía que suceder.... hallarás mujeres que valgan mucho más que yo....

Sevilla entera se alegró; dio un suspiro de descanso, exclamando: ¡Al fin la hemos casado! Aquí dan comienzo las desdichas del héroe de nuestra historia. Tan pronto como la noble doncella andaluza pisó los umbrales de la casa de Rivera, tomó las llaves de los armarios y se encargó de su dirección, tuvo a bien arrojarle el guante.

Reginaldo vino por fin a reunirse conmigo, y entró exclamando: «Este hombre es un tipo de lo más original que puede darse, por no decir otra cosa. ¡Conque a me ha invitado a tomar whisky con soda... en la casa de Blair!

Al encendido encarnado de las mejillas había sucedido cierta palidez, sobre todo en los labios y en el hueco de los ojos. Cuando Pedro dijo «ya hemos concluído», se dejó caer como una piedra, exclamando: ¡Qué atrocidad! ¡Cómo me he cansado! ¿La habrá hecho á usted daño, señorita? preguntó el mayordomo con solicitud. No, no; esto pasará en seguida.

Pasaron después tres días, durante los cuales Abaris pareció como que estaba estudiando. Al terminar los tres días, fue Abaris al regio alcázar, hizo que Salomón le presentase a Echeloría, y, no bien la hubo visto, Abaris dio un grito y se echó en los brazos de la joven, exclamando: ¡Gracias, gracias, benignos cielos: al fin he hallado a mi hija!

La heroica joven, cuando aquélla abrió la puerta, estaba en pie en medio de la habitación, con los brazos caídos y la vista fija en el suelo. Ventura cerró la puerta cuidadosamente, y se dirigió a abrazarla, murmurando con voz trémula: ¡Oh hermana mía, gracias, gracias! Pero Cecilia la rechazó brutalmente con un gesto de orgulloso desprecio, exclamando: ¡Lo he hecho por él; no por !

Al marcharse le exigía el herrador el precio de su trabajo, e indignado San Vicente por su costumbre de vivir a costa de los fieles, miraba al Júcar exclamando: Algún día dirán: así estaba Alsira. No mentres Bernat estiga, contestaba desde su pedestal la imagen de San Bernardo.

Al arrancar la berlina, soltó al fin Margarita la risa, exclamando entre inocentes carcajadas: ¿Pero qué haría en el salón aquella chocolatera?... ¿Pues no te lo he dicho? replicó la Albornoz haciendo coro a las risas de la niña . De seguro que la manda a la kermesse como un bibelot nunca visto; verás cómo no me equivoco.

Sabía música, pero había ido al teatro pocas veces; así que las melodías inspiradas de la ópera de Bellini le causaban profunda impresión, que se traducía por un leve temblor de las pupilas y los labios. Cuando llegó el sublime canto del tenor que empieza A te, oh cara, me apretó con fuerza la mano exclamando por lo bajo: ¡Oh qué hermoso! ¡oh qué hermoso!

Palabra del Dia

jediael

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