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Toda palabra humana es pálida para revelar la intensidad de mi cariño. Ante su presencia mi corazón es un altar encendido para adorar su bondad, su nobleza y su inteligencia.

Y como por esta intrusión han encendido los focos, las parejas amantes también han huído en busca de otro retiro penumbroso que proteja sus risas, sus confidencias y el encanto de su amor, otro lugar solitario para ocultar su felicidad como un pecado.

Isidora le abrazó y le besó tiernamente, admirándose del desarrollo y esbeltez de su cuerpo, de la fuerza de sus brazos, y afligiéndose mucho al notar su cansancio, el sudor de su rostro encendido, la aspereza de sus manos, la fatiga de su respiración.

Ese hombre, eres me dijo exhalando en un grito inmenso toda su alma, y dejándose caer abandonada y trémula entre mis brazos. ¡Oh! qué feliz soy añadió sollozando de placer ¡Dios! ¡y ! La memoria es un don funesto. ¡La memoria, que nos trae en la desgracia, el encendido recuerdo de la felicidad perdida! ¡Oh! ¡la memoria! ¡Si Satanás no tuviese memoria, no estaría condenado!

¿Pero qué?, ¿también vas a dar vueltas de carnero? dijo asustada doña Lupe, viéndole apoyar las manos en el sofá y doblar luego la cabeza hasta tocar con ella la gutapercha. Lo que yo , a usted no le importa, mujer de poca fe... La noche está fría y necesito que las extremidades entren en calor. Dentro del cráneo me han encendido un hornillo.

Tembló Batiste de frío y de miedo; fué una sensación de debilidad, como si de repente le abandonaran sus fuerzas, y se metió en su barraca, no respirando normalmente hasta que vió la puerta con el cerrojo echado y encendido el candil. La velada fué lúgubre. El sueño abrumaba á la familia, rendida de cansancio por la vigilia de la noche anterior.

Al cabo de algún tiempo de dar vueltas y más vueltas sin saber por dónde andaba, con el cerebro encendido y el cuerpo convulso, al atravesar por uno de los parajes más recónditos del parque oyó detrás de un seto la voz y la risa de persona conocida. Asomó la cabeza por encima del follaje y pudo ver a sus amigos Cirilo y Visita sentados en un banco.

13 Tus riquezas y tus tesoros daré a despojo sin ningún precio, por todos tus pecados, y en todos tus términos; 14 y te haré servir a tus enemigos en tierra que no conoces; porque fuego es encendido en mi furor, y arderá sobre vosotros.

No lo que dije, ni es fácil saberlo: una serie de frases incongruentes, mutiladas, incomprensibles, en que mezclaba «mis convicciones francamente católicas» con «los arrebatos disculpables de la juventud», «el elevado criterio y la reconocida ilustración de D. Sabino» con «la necesidad que sentía mi alma de amar a una mujer santa y religiosamente educada». Cuando al fin terminé aquel galimatías quedé jadeante, encendido, sudoroso, mirando al cura.

Ricardo había pasado un brazo en torno de la cintura de la niña y la tenía sujeta suavemente para defenderla de cualquier peligro. Al cabo de mucho tiempo, Marta volvió su rostro encendido hacia él y le dijo con voz conmovida: Dime, ¿me dejas apoyar la cabeza en tu pecho? ¡Tengo unas ganas de llorar! Ricardo la miró con sorpresa y atrayéndola dulcemente hacia la acostó sobre su regazo.