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Obsérvase, no obstante, que lo hace más bien por seguir la moda y por obedecer á motivos externos, que por inspiración propia, puesto que, por lo común, se nota como cierta frialdad y cansancio que no puede ocultarse, á pesar del lujo de la exposición y de sus brillantes descripciones.

Sin duda la presencia de estos viejos ha resucitado en la memoria de la muchacha la imagen de otros viejos largamente olvidados. La trémula Baucis da explicaciones. Dos días en ferrocarril. Han huído con todo lo que pudieron llevarse. Su última comida fué en la tarde del día anterior; pero esto no les aflige: los viejos comen poco. Lo que les aterra es el cansancio.

Para esto hubo de adoptar postura violenta, haciendo almohada de sus brazos, cruzados sobre el respaldo, y al dormirse se le quedó colgando la cabeza, de lo que le sobrevino un tremendo tortícolis a la mañana siguiente. Al amanecer de Dios, vencida del cansancio Doña Paca, se quedó dormidita en un sillón. Hablaba en sueños, y su cuerpo se sacudía de rato en rato con estremecimientos nerviosos.

Nunca pudo cumplir con este precepto del reglamento interior de la casa. Almorzaba a la una, a las dos y algunas veces hasta las tres de la tarde. El sueño le embargaba por la mañana, el letargo más bien, porque era un verdadero letargo el que sentía, un cansancio incomprensible que le privaba de todas las fuerzas.

Rendido de haber trabajado todo el día, se echaba a dormir, y a las doce en punto, venía un hermano a la puerta y, tocando una campanilla, cantaba: A tu puerta está una campanilla; Ni te llama ella ni te llamo yo: que te llaman tu Padre y tu Madre, para que por ellos le ruegues a Dios. Cuando tu padre oía esta copla, no sentía ni cansancio ni gana de dormir.

Pero lo que a más me fatigaba era el ver ir a pie a Zoraida por aquellas asperezas, que, puesto que alguna vez la puse sobre mis hombros, más le cansaba a ella mi cansancio que la reposaba su reposo; y así, nunca más quiso que yo aquel trabajo tomase; y, con mucha paciencia y muestras de alegría, llevándola yo siempre de la mano, poco menos de un cuarto de legua debíamos de haber andado, cuando llegó a nuestros oídos el son de una pequeña esquila, señal clara que por allí cerca había ganado; y, mirando todos con atención si alguno se parecía, vimos al pie de un alcornoque un pastor mozo, que con grande reposo y descuido estaba labrando un palo con un cuchillo.

En el fondo de aquellos ojos de larga mirada se ve vivir un alma, una razón ya firme y ejercitada en velar sobre misma; una inteligencia que reflexiona y observa, un corazón ya dispuesto para la ternura y el sufrimiento inocente, silencioso y solitario. Puedes, pues, suponer que no la senté en mis rodillas y que la dejé suspirar a sus anchas hasta que el cansancio le hizo dormirse.

Hay tanta mayor risa, cuanto mayor es el cansancio. Es un aturdimiento de regocijada fatiga; las escopetas arrinconadas, las grandes botas tiradas y revueltas, los morrales vacíos y junto a ellos plumajes rojos, áureos, verdes, plateados, todos con manchas de sangre.

Raúl se agarró a aquel medio consentimiento arrancado a su cansancio y todo lo que Liette pudo obtener fue un mes de reflexión y la promesa de guardar silencio con una y otra madre y de abstenerse hasta entonces de todo paso y de toda carta... promesa a la que él se apresuró a faltar en cuanto a este último punto.

No, querida mamá respondió Liette con su buen humor habitual; un poco de cansancio sin duda... Eso es lo que tiene el acostarse a horas descompasadas. Y volvió a empezar laboriosamente la suma.