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El guapo se mostró entonces exageradamente cariñoso y rendido, cubriéndola de flores y requiebros. La ruda y graciosa morena concluyó por decir sonriendo: ¡Calla, calla, Velázquez, que me empalaga la arropía! Pero á su espalda se había armado gran algazara. El señor Rafael, harto de cantar y tocar, se entretenía, como de costumbre, en embromar á su sobrino. Has hecho una buena boda, Pepa.

La pequeña y gorda que la acompañaba era sin duda María-Manuela. Corrió á su encuentro, pero ellas, al verle, se separaron vivamente y, cada cual por su lado, se introdujeron en la muchedumbre, desapareciendo al instante de sus ojos. Por más que hizo no le fué posible dar con ellas. Mareado de tanta vuelta, rendido y triste, se determinó al cabo á salir del baile.

Brindé con los dos mozones, y canté alabanzas hiperbólicas a la bravura de Pito, para que Tona las oyera bien; con lo cual y el tostadillo, se puso el alabado que ardía; y allí mismo pidió por mujer a la hija de Facia, que no hacía más que llorar; así fue que Tona, colorada como un pimiento por lo uno y angustiada por lo otro, llamó a Pito «jastialón desvergonzau»; y no alcanzó mejor respuesta la fogosa demanda del rendido pretendiente.

Con Jacinta debe de haber sostenido una guerra tremenda, , tremenda; pero al fin, ella se ha rendido, no te quepa duda. Yo fui Metz, que cayó demasiado pronto; y ella es Belfort, que se defiende; pero al fin cae también... ¡Ah!, las señas son mortales.

Pero éste no era hombre que se entregaba rendido á semejantes debilidades; así es que, desprendiéndose de los brazos de su costilla, cogió entre los suyos al menor de sus hijos, mandó á los otros que le siguieran, obligó á su mujer á quedarse en casa, y salió de ella precipitadamente, cerrando detrás de la puerta de la escalera.

Me dejé caer rendido en un sillón de brazos. Sarto encendió su pipa y aunque no formuló la menor felicitación por el maravilloso éxito de nuestra descabellada tentativa, su aspecto revelaba claramente la satisfacción, de que estaba poseído. Cuanto a Tarlein, nuestro triunfo y algunas copas de buen vino habían hecho de él otro hombre. ¡Qué recuerdo para usted el de este día! exclamó.

«Me a pensar en mi suerte. Me solo en el mundo, sin padres, sin parientes, sin amigos. ¿Quiénes me amaban? Dos ancianas que estaban, sin duda, a orillas del sepulcro; un pobre médico, rendido al peso de los años; un buen servidor; un maestro de escuela, enfermo y miserable; una niña desgraciada, huérfana, condenada a padecer.

Fuime hacia Marly y a las once volví a casa, rendido por el cansancio y la pena. Sin embargo, pude observar que la fatiga corporal es casi siempre un alivio para los dolores del alma. »A la sazón acababa de despertar Magdalena. »¡Pobre amor mío! Ella no sufre: se muere poco a poco, sin advertirlo siquiera.

Espantado, huyó a toda prisa hacia su barca, para ir a Bonifacio a buscar gente. Tomó asiento el pastor, rendido de haber hablado tanto, y el patrón reanudó su discurso: , señor; este pobre viejo fue quien nos avisó. Estaba casi loco de miedo, y desde entonces tiene la cabeza a pájaros.

Sin embargo, en el fondo de su atribulada conciencia, en lo profundo de su mente, orgullosa y fanática á la vez, sentía vergüenza de haber humillado ante su soberbia y de haberse rendido á mi voluntad, y tenía miedo y horror de haber dejado por el buen camino, ofendiendo á Dios y faltando á sus deberes.