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Pep emprendió el camino de regreso a su alquería luego de este breve saludo, como un servidor respetuoso y enojado que sólo se permite con su amo las palabras indispensables. Vuelto Jaime al interior de la torre, cerró la puerta, dejando la cesta sobre la mesa. No sentía apetito: cenaría más tarde.

Era una hija muy amante y dedicada a su padre. Ahora es la dueña de todo, según nos ha dicho el señor Ford cuando estuvo aquí, hace unos tres días. , todo es de ella le dije; y espero que usted y su esposa la servirán tan fielmente y tan bien como lo han hecho con su padre. Trataremos de hacerlo, señor fue la respuesta del grave servidor, de cabello gris.

A este fin, y para cuanto le ocurra, me ofrezco de usted, como siempre, afectísimo amigo y seguro servidor q.b.s.m., CELSO L

Justamente, al pensar esto, asomaba Gonzalo por la esquina de la misma calle. Acababa de llegar de Lancia en la diligencia, y se dirigía a casa. Al tropezar con el criado, le preguntó sorprendido: ¿Adonde vas, Ramón? El servidor acortado, temeroso, después de vacilar unas instantes, le respondió: A matar el perro. La estupefacción del joven fué tan grande, que pareció quedar petrificado.

No es que yo te los pida, caso de que seas el de marras: te los recuerdo para que caigas mejor en lo que te quiero decir. »Si no fuese usted el que yo deseo, dispense la curiosidad y mande con franqueza á su seguro servidor »Silvestre Seturas. »P.D. El pleito, sin novedad

Pero, en fin, humildemente le ofrezco lo poco que yo soy. ¿Quiere usted ser la madre de mi hija?... ¿Nos rechaza a ella y a ? »De usted respetuosísimo servidor siempre y en todo caso, Jacques Fabrice

La recomendación del señor de Guzmán nos ha abreviado el camino, sin duda alguna; pero le aseguro a usted que sin ella hubiéramos llegado también al punto a donde desea llegar la señora marquesa, y le aguarda para recibir sus órdenes este su inútil servidor.

El culpable se huyó del cazadero, y nadie le vió más aquella tarde. Cuando el magnate dió la vuelta a casa le dijeron que había llegado a ella el perro. Don Jaime, en quien todavía persistía la cólera, dijo al criado: Coge ese perro, sácalo al campo, y pégale un tiro. El servidor se inmutó.

En la mucha ó poca rudeza de aquellos golpes, conocía el pobre servidor la tensión nerviosa en que su amo se hallaba. Hoy decía, M. Talma me ha pegado muy fuerte; trabajará bien. Otros artistas, por el contrario, buscan la codiciada perfección en la serenidad, en cierta laxitud íntima que les deja sentir mejor.

No había ganado nada a su servicio, ni rentas del Estado, ni libreta en la Caja de ahorros, y no quería nada para . Tenía diez años más que la señora Chermidy, y esto, así como su obesidad enfermiza, le daba la seguridad de morir antes que ella y, desde luego, en su casa; no se despide a un servidor que pueda llevarse nuestros secretos.