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Actualizado: 10 de septiembre de 2024


Raimundo le envió un saludo tan respetuoso y una sonrisa tan inocente, que la hermosa dama se sintió halagada. No pudo ocultarse que aquel joven tenía singular dulzura en los ojos, que le hacía muy simpático, y que su conversación, si no repleta de donaires, revelaba firmeza de entendimiento y un espíritu culto.

Su madre volvió a entornar los ojos hacia el balcón y quedó en la misma actitud melancólica. Al cabo de unos momentos de silencio, Venturita tomó su mano y la llevó con ternura a los labios. Doña Paula volvió la cabeza con sorpresa. Pocas veces, por no decir nunca, su hija menor le había dado este beso respetuoso.

Después se había reído preguntándole si había aprendido aquellos usos en el club de regatas. Esto le había irritado, le tenía propenso a no mostrarse con el Duque todo lo deferente y respetuoso que debía. En cambio, ella hacía días que se preocupaba con los preparativos para recibir al ilustre huésped. Por su consejo y dirección se había aumentado la servidumbre, poniendo librea a los criados.

Y ¿quién sabe ni sabrá jamás si aquel temblor ligerísimo del labio fue amago de sonrisa de gozo, por haber visto de repente en su imaginación pasar en respetuoso desfile delante de él a toda la familia del Topero, mientras Pepazos se machucaba la cabezona, a testerazo limpio, contra el esquinal de su casa?

Tan distraída estaba, de tal modo se le escapaba el pensamiento para entregarse a su viciosa maña de reproducir escenas y hechos pasados, presentes y futuros, el habla y figura de distintas personas, que no atendía a la lección más que con los ojos y con un mutismo respetuoso que Relimpio tomaba por la mejor forma de atención posible. Empezaba el verano.

Este muchacho, de excelente natural, dócil, modesto y respetuoso siempre, tenía el defecto de beber más de lo conveniente en todos los banquetes y festejos a que asistía. Se le había metido sin duda en la cabeza que era de rigor en tales casos. Y en cuanto tenía en el cuerpo algún vino de más perdía aquél su natural reservado y se transformaba en un charlatán insufrible.

Y roto el silencio respetuoso que imponía la presencia de Salvatierra, hablaron muchos a un tiempo, para expresar sus dolores y sus cóleras. La comida era cada vez peor: los ricos abusaban de su fuerza, de aquel miedo que habían infundido y propalado. Únicamente en la época de la trilla les daban un guiso de garbanzos: el resto del año pan, sólo pan, y en muchos sitios, tasado.

Me dió sueño; en el sillón dormía mal... como ya Quevedo había dormido aquí, me dije : ¿Qué importa que yo duerma también? pero he sido más respetuoso que Quevedo, yo al menos no me he desnudado; con ponerme las botas estoy corriente. ¿Y os vais? , pero contando con que vos... ¿Qué?... ¿Me volveréis á recibir? ¿Pero no estáis ya recibido? dijo la Dorotea. ¡Cómo, señora!

Frisaba en los sesenta años, vestía de negro y era hombre enjuto de carnes y de ademanes ceremoniosos y pausados. En su semblante, cruelmente arrugado por las emociones, había tristeza y dulzura. Al ver á María Ana, que le observaba atenta, el desconocido se inclinó respetuoso. Ya , señorita dijo, que mi nombre no despierta en usted ningún recuerdo. En efecto...

No, no he querido decir que yo os ponga por condición para amaros que seáis mi esposo: demasiado que yo no puedo aspirar á ser la esposa de un hombre honrado... pero os quisiera ver tímido, respetuoso, dominado por como yo lo estoy por vos... Os quisiera ver sorprendido por un afecto nuevo como yo lo estoy... quisiera... yo no lo que quisiera... que os bastara con amarme. ¡Oh, Dios mío; pero yo estoy diciendo locuras!

Palabra del Dia

jediael

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