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Las señoras se enfadan si hablo de Canzana y no quieren que me acuerde de ustedes ni que la llame á usted madre. Pero esto no puede ser. Usted siempre será mi madre y mi padre será mi padre y Pepín y Manolín serán mis hermanos, y me estoy acordando de ustedes todo el día y á veces también toda la noche, porque no duermo tan bien como dormía ahí.

Sólo diremos ahora que era hombre de cuarenta años de edad, rubio, pálido, de pocas carnes y no muy apretadas, de mediana estatura y grandes extremidades. Después del director, la persona más influyente en el colegio: dormía dentro de él, y aun se decía que tenía alguna participación en las ganancias.

Aquel día sus suegros le habían mandado albóndigas y sardinas en escabeche; Luquitas había entrado en casa a las seis de la mañana, y aún dormía como un cachorro.

Sin decir una palabra, Ester apuró la taza, y obedeciendo á una señal de aquel hombre de ciencia, se sentó en la cama en que dormía la niñita, mientras él, tomando la única silla que había en la habitación, se sentó á su lado.

Su mirada se iba tornando de maliciosa en lúbrica. Una sonrisa vaga, delatando el cansancio y el vicio, se esparcía por sus facciones marchitas. El taconeo llegó a su período culminante, y de allí a debilitarse, hasta morir en suave, imperceptible agitación de los muslos. La bailaora, en términos técnicos, se quedaba dormía, con íntimo gozo de los espectadores, que la jaleaban vivamente.

Nicanora le volvió cara arriba para que respirase bien, le puso las piernas dentro de la cama, manejándole como a un muerto, y le quitó de la mano el palo. Arreglole las almohadas y le aflojó la ropa. Había entrado en el segundo periodo, que era el comático, y aunque seguía delirando, no movía ni un dedo, y apretaba fuertemente los párpados, temeroso de la luz. Dormía la mona de carne.

De pronto se sintió enfermo. El médico, un joven recién llegado de Santiago, atribuyó su dolencia á los excesos alcohólicos; pero él creía saber mejor que este chileno presuntuoso cuál era la verdadera causa de su enfermedad. Dormía mal y su sueño estaba cortado por terribles visiones.

Otro velo... Maximiliano se vio precisado a echar otro velo... «Cállate, hazme el favor de callarte» le dijo, pensando que, según iba saliendo la historia, necesitaba lo menos una pieza de tul. Pero ella siguió narrando. Pues como iba diciendo, el tal joven salió también un buen punto. Una mañana, mientras ella dormía, le empeñó todas sus alhajas, para jugar.

Le ayudaré; seré su abnegada compañera, su esclava, y le amaré tanto que acabará por ser dichoso...» Todas las noches me dormía pensando en ti y rezaba también por ti... ¡Porque sabrás que tengo sentimientos religiosos...! LEONIE. ¡...! No lo tomes a broma. Estoy segura de haberte preservado de algunos peligros. CIRILO. ¡Qué extraño...!

Cuando Camba era anarquista y sufrió un proceso por injurias a San Judas Tadeo; cuando un poeta dormía en el ascensor de un prócer tonto y tacaño, que era tío del vate sin albergue; cuando Barriobero nos invitaba a comer las paellas que él mismo condimentaba y llamaba a los horteras pinocentauros, o sea cuerpo de hombre y las patas de madera, el mostrador.