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Actualizado: 19 de septiembre de 2024
Te prometo no separarme de él ni de día ni de noche... Pero voy a suplicarte un favor... que tú misma me lo cuelgues. Maximina vaciló un instante: al fin tomó de nuevo el crucifijo; Miguel bajó la cabeza y el Cristo quedó colgado por la parte de fuera del chaleco. Ahora dijo él con sonrisa maliciosa es menester que lo ocultes debajo de la camisa. No; eso hazlo tú.
Felizmente llegó Pablito con Ventura, que se habían rezagado, y nuestro joven saludó al primero afectuosamente y dirigió a la segunda una ceremoniosa cabezada. Pablo sonrió. Qué, ¿no la conoces? Es mi hermana Ventura. ¡Oh! ¿Cómo había de conocerla? Es una mujer... ¿Cómo está usted, Ventura? La niña le alargó la mano mirándole con expresión maliciosa y burlona que acabó de desconcertarle.
Halló á su primo sentado en viejo sillón de cuero con un libro en la mano, esto es, en su posición natural de sabio. En el momento de sorprenderle, sus labios finos se plegaban en una sonrisa irónica. Pero al levantar los ojos y ver á su primo, aquella expresión maliciosa se trocó en otra de cordial alegría. Alzóse vivamente del asiento y vino á abrazarle.
Un día había entrado en el despacho del negociante más rico de la capital. Señor, sé que necesita usted novillos para Europa, y vengo á venderle una puntita. El negociante miró con altivez al gaucho pobre. Podía entenderse con uno de sus empleados; él no perdía el tiempo en asuntos pequeños. Pero ante la sonrisa maliciosa del rústico, sintió curiosidad.
Pero Amalia, implacable, le puso poco después en un conflicto preguntándole en voz alta con sonrisa maliciosa: ¿Quién le ha dado a usted ese clavel tan lindo, Fernanda? No, yo no se apresuró a responder ésta. Y el conde, otra vez turbado y rojo, volvió en voz alta a la explicación que acababa de dar en secreto.
El que crea ver en aquellos el reflejo de los antiguos y silenciosos moradores de la celda ó los revoltosos señores de abadías, se equivoca soberanamente; ni tienen la maliciosa reserva y maquiavélica intención del claustro de la Edad Media, ni la turbulencia y fueros de los guerreros-frailes de la Reconquista, feudales señores de almena y mesnada, de cuchillo y caldera.
Esa es el colmo de la satisfacción respondió Francisca, absorta hasta entonces en algún pensamiento íntimo, y que pareció que se despertaba de repente. ¡Cómo! tener la presidencia de tantas cosas y poseer el honor de apuntar en su libro de memorias los nombres de tantas personas... es un goce que renace sin cesar... Se está a la cabeza de una sociedad con tan poderoso juego en las manos... Se acabó en Aiglemont el privilegio de la aristocracia añadió echando a Petra una mirada maliciosa; ahora es el reinado de la virtud... Por otra parte, sólo al ver el modo que tiene la Melanval de mover las plumas del sombrero, de colocar la cabeza y de hacer reverencias, se comprende su inefable dicha, al lado de la cual no es nada la felicidad paradisíaca...
Siempre lo mismo: ojeadas sentimentales, palabras melancólicas alternadas con burlas frías y mordientes para los que pasaban junto a ellos. Si él manifestaba deseos de alejarse, una mirada maliciosa que equivalía a una promesa y ciertas palabras de doble sentido le mantenían inmóvil.
Cuando lo hubo efectuado, miró al gandul con sonrisa maliciosa y le preguntó: ¿No te ha dado hoy ningún dinero Soledad? Miguel negó rotundamente poniéndose colorado. ¡Vamos, Miguelillo, confiesa! ¡Que no, señor Pedro! No ha hecho más que darme de comer y este pañuelo de seda que usted ve repuso sacando uno del bolsillo. Pero Velázquez insistía bromeando.
Ella le contemplaba con sonrisa maliciosa. Muchas gracias, padre. Ahora hágame el favor de envolverme las piernas en la manta... Así; perfectamente. Ahora acuéstese un poco también y no haga ruido. El sacerdote, que a todo esto sonreía forzadamente, se acomodó en el rincón opuesto y quedó de repente serio, con el entrecejo violentamente fruncido.
Palabra del Dia
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