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Actualizado: 15 de septiembre de 2024
Bajaron los mozos sin tropiezo su carga; Pepe y Millán tendieron en la camilla a don José, y unos delante, otros detrás, echaron a andar hacia la calle de Toledo. La puntillera, al ver alejarse el triste grupo, comenzó a desahogar su indignación con grandes voces, y la gente de los portales vecinos formó corro en derredor suyo.
Adiós, nuestro buen padre contestaron los jóvenes. ¡Amaury exclamó Antoñita, en tanto que José cerraba la portezuela, acuérdese de los martes, jueves y sábados! Y dirigiéndose al cochero, le dijo: Calle de Angulema. Calle de Maturinos dijo Amaury al suyo. Y yo murmuró el doctor, después de haberlos visto alejarse, y yo al sepulcro de mi hija.
A la luz de los faroles de la calle, que rielaba en el mojado pavimento, Amparo vio alejarse a la pareja y quedose poseída de una especie de tristeza interior que rara vez domina a los temperamentos sanguíneos, alegres de suyo.
El señor de Lerne se levantó también inmediatamente diciendo: Perdón por haberos detenido tanto tiempo. ¡Pero yo no renuncio! dijo ella graciosamente al alejarse.
Pero una vez resuelto a alejarse se había quedado, aplazando la partida para saborear la perfumada dulzura de la última contemplación, y, por fin, un día, pudo hablarla. Ya podía oír su voz, una voz reposada, que era armonía lenta, música velada, eco de una alma profunda. ¡Qué sutil virtud había en sus palabras!
Su amigo, más admirado que ofendido, le miró alejarse y rehusar al salir, con un gesto violento, la contraseña que un empleado intentó entregarle. Encogiéndose de hombros, Castilla entró en la sala. Pasó junto al palco de la niña del traje verde, caminando lentamente; luego de pasar se volvió hacia ella y la miró atentamente, con una imperceptible sonrisa.
Me voy acababa por decir al notario y su esposa . No comprendo cómo podéis vivir aquí. En una da esas retiradas á la Marina se empeñó en llevarse á Ulises. Empezaba el estío, el muchacho estaba libre del colegio por tres meses, y el notario, que no podía alejarse de la ciudad, veraneaba con su familia en la playa del Cabañal, cortada por acequias malolientes, junto á un mar despreciable.
Los de la fiesta no resultaron alegres. La gente se mostraba lacia, desanimada, como si todos se hallasen bajo el peso de un disgusto. Y en realidad, no era grato ver alejarse, quizá para siempre, á un amigo de toda la vida. El mismo señor Rafael, cuya alegría era inagotable, estaba menos expansivo.
El que se halla en el fondo de un precipicio, no puede tener otro deseo que el de salir y alejarse de él; y a usted, en la situación en que hoy se encuentra, se le puede servir de dos maneras: ayudándole a salir de ella, o trabajar para hacérsela soportable y hasta divertida. Ahora usted dirá de cuál de estos dos extremos se trata.
«Pero ¡y si me encontrara fea!» Esto dice cada mañanita al mirarse en el espejo. La esposa teme, á la par que la desea, la llegada de su bien amado: con todo, encuéntrase muy sola, tiene miedo sin saber por qué, en medio de tanta gente. No se atreve á alejarse, á pasear á cierta distancia. Su agitación crece por momentos.
Palabra del Dia
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