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Aquella felicidad que saboreaba De Pas como un gastrónomo los bocados, aquella libertad, aquella pereza moral que el verano hacía más voluptuosa para su cuerpo robusto, los sueños vagos de amor sin nombre, la deliciosa realidad de ver a la Regenta a todas horas y mirarse en sus ojos y oírla dulcísimas palabras de una amistad misteriosa, casi mística, hacían desear a don Fermín que el sol se detuviera otra vez, que el tiempo no pasara.

Si prevaleciesen los negros, Cuba sería como Haití, y si prevaleciesen los blancos y mulatos, Cuba sería como es Santo Domingo. Los cubanos, que de buena fe y de corazón estén con los rebeldes, si quieren entrever y columbrar el porvenir que siga á su triunfo, bien pueden mirarse en el citado espejo.

Y dos horas más tarde estaban sentados ambos en el gabinete, uno frente a otro, ella en el mismo pergenio en que antes se presentara, y algo fatigada... «¡Debo tener una facha...! dijo levantándose para mirarse al espejo que sobre el sofá estaba . ¡María Santísima! ¿Ve usted las pestañas cómo las tengo, llenas de polvo?». No estarían así sino fueran tan negras y tan grandes y hermosas...

Al fin, animada y más resuelta con el peligro de verse arrebatada al Africa, y allí mirarse combatida ferozmente en su amor y en su religión, se arrancó del querido hogar y atravesó los jardines y huertos, llena de amargura y zozobras. La tempestad aumentaba, y María iba entre la obscuridad y los árboles hacia el puente destruído, asustada con mil imágenes y fantasmas.

Bastan todas estas razones para pensar, aun sin datos exteriores que lo corroboren, que este drama hubo de escribirse antes del año 1636, fecha en que apareció el Cid de Corneille. La tragedia francesa ha de mirarse, pues, como compilación de la de Diamante y Guillén de Castro.

En semejantes masas, las caídas de piedras son un fenómeno normal, como los aludes y la lluvia, y siempre debe mirarse á la cima por si se prepara el desprendimiento. En una región no muy lejana, llamada el país de las ruinas, hay dos montañas que, según cuentan los habitantes, combatieron en otro tiempo una contra otra.

¿Dónde están los espejos? preguntó el P. Camorra. Ben Zayb miraba y miraba, palpaba la mesa, levantaba el paño, y se llevaba de cuando en cuando la mano á la frente como para recordar algo. ¿Se le ha perdido algo? preguntó Mr. Leeds. Los espejos, mister, ¿dónde están los espejos? Los de usted no donde estarán, los míos los tengo en la Fonda... ¿quiere usted mirarse?

En aquel momento el vapor entraba en la barra y el panorama que se estendía ante sus ojos era verdaderamente magnífico. Todos se sintieron impresionados. Delante se estendía el hermoso lago rodeado de verdes orillas y montañas azules como un espejo colosal con marco de esmeraldas y zafiros para mirarse en su luna el cielo.

Además, el collar de perlas estaba sobre su pecho, las esmeraldas en las orejas y todos sus brillantes en los dedos». Una sonrisa triste crispó sus labios al intentar mirarse en los cristales de la ventana, negros aún por la lobreguez de la noche, y que le servían de espejo. Muero como un militar: dentro de mi uniforme dijo á su abogado.

En otros tiempos, debajo de la primera ciudad que bañaba, el río no era otra cosa, hasta el océano, sino un gran canal de inmundicias; en nuestros días recobra la belleza de los tiempos antiguos. Los edificios de las ciudades y los arcos de los puentes, que durante siglos no se han reflejado más que sobre turbias ondas, empiezan ahora á mirarse en un espejo transparente. #El río#