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Torció á la derecha, por evitar que llegara hasta ella aquel figurón blanco, y encontró enfrente la Carrera de San Jerónimo. Empezó á subir; pero estaba tan fatigada, que la pendiente de la calle le parecía inaccesible.

También la parecía imposible, como lo de las algas, que Minghetti estuviera tan enamorado como le juraba; porque aunque estaba persuadida de que ella había mejorado mucho, y de que su otoño era muy interesante, y su jamón suculento y en dulce, al fin él era mucho más joven, y ella... ella estaba, indudablemente, algo fatigada.

A pesar de su abuhardillado techo, las estancias eran desahogadas y capaces, y la infinidad de pontones y vigas de oscura madera que soportan la armazón del tejado le daban cierto misterioso recogimiento de iglesia, formando como columnatas y rincones sombríos en que puede descansar la fatigada vista.

Fatigada de tanto buscar, inflamada de anhelo, nerviosa, salió de nuevo al aire libre. Evitó el encuentro de las personas que pudieran detenerla y se dirigió al jardín. En cuanto puso el pie en él despertó vigorosamente en su espíritu la esperanza de encontrarlos.

Venía enferma y descolorida, y tan fatigada, que mandó que luego le hiciesen la cama, y en esta misma sala se la hicieron sus criados. Yo y mi mujer preguntamos a #éstos# quién era la tal señora y cómo se llamaba, de adónde venía y adónde iba, y por qué causa se vestía aquel hábito de peregrina.

Es un lindo pueblecito situado en el fondo de un valle, rodeado por todas partes de verdes montañas y de árboles. Cuando llegó a las primeras casas, se encontraba tan fatigada que se detuvo un instante para reposar. La primera tienda que vio abierta era un estanquillo. Entró resueltamente, y dirigiéndose a una mujer que cosía detrás del mostrador le preguntó: ¿Conoce usted a don Ricardo Vázquez?

Antes del baile podían hacer una nueva partida en el salón de música: los esposos Lowe estaban dispuestos... Y ella movió la cabeza con expresión de cansancio. No sabía qué decir... Tal vez más tarde se decidiese a aceptar... Estaba fatigada. Fernando miró con odio a su compañero de mesa.

Gertrudis se inclina hacia adelante para quitarse el zapato; pero su mano tiembla, y se detiene fatigada. Deja que te ayude dice él. Un movimiento brusco, y el zapato salta al lado de ella, le sigue la media, y, arrastrándose hasta la orilla del río, la joven sumerge hasta el tobillo el pie desnudo en la frescura de la corriente. ¡Oh! ¡qué bien hace esto! murmura aspirando el aire profundamente.

Los hombres corrían también, y ella se figuraba que le tocaban la espalda, y creía sentir junto á sus propios oídos las infernales palabras de ellos. Corrió mucho por toda la calle del Barquillo, seguida del perro misántropo, y al fin, fatigada y sin aliento, se detuvo: las risas resonaban muy lejos ... ya no la seguían ... respiró porque no podía dar un paso.

¿No está usted fatigada, señorita? No, no; adelante. Pronto concluiremos; faltan solamente tres cargas. Aunque no quería confesarlo, se hallaba horriblemente fatigada. Sus hermosos brazos, que se trasparentaban dentro de la bata sutil que los cubría, se iban moviendo cada vez con menos soltura: tenía la boca entreabierta y respiraba aceleradamente.