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25 de mayo. Estos últimos días tienen la frescura de uno de esos sueños consoladores que uno teme ver acabar; y cuando pienso que ya hace muchas semanas que dura este encanto y consulto con mi corazón para convencerme de que no es una de esas ilusiones acostumbradas, una multitud de presentimientos terribles se acumulan de pronto en mi pensamiento y descubro en una conciencia vaga, pero infalible, de una gran desgracia futura.

Su contendiente de ajedrez estaba en unos baños. «¡Claro! todo el mundo se estaba bañando». Aunque don Víctor otros veranos, si bien pasaba junto al mar un mes, no se bañaba más que dos o tres veces, ahora echaba de menos todos los días la frescura de las olas.

Iba a presentarse Franchetti, el famoso tenor, un gran artista de quien se murmuraba que habíase casado con la López buscando una compensación a sus facultades decadentes en la frescura y valentía de su mujer. Aparte de esto, un maestrazo que sabía salir triunfante con auxilio del arte.

Para gozar el aroma de sus flores, la frescura de sus árboles y la grata perspectiva de sus calles, es necesario que dejéis vuestro coche a la puerta y ensuciéis un poco la suela de los zapatos; porque el Retiro está hecho por Dios y el Ayuntamiento para nosotros, exclusivamente para nosotros los villanos

Por lo que veía, era muy blanca, y debía de seguir siéndolo; no, no eran polvos de arroz; era blancura sana, cutis inglés, una verdadera frescura y una hermosura a prueba de tijeras.

La señora Chermidy, nacida sin pasiones y sin virtudes, sobria en todos los placeres, siempre tranquila en el fondo del corazón con las apariencias de una vivacidad meridional, administraba con tanto cuidado su belleza como su fortuna. Cultivaba su frescura lo mismo que un tenor cultiva su voz.

En primer lugar, todas sus respuestas se hicieron en una especie de escala cromática, de su uso, que consta de los siguientes semitonos: primeramente la calma, o llámese indiferencia; después, la frescura; en seguida, la frialdad, y por último, el desdén. Yo fui el primero en tributarle homenaje.

Era una niña por la frescura de su rostro y por la viveza de sus movimientos, aunque ya tenía cumplidos veintidós años. Te equivocas; hoy no puedo oler más que a tomillo respondió Reynoso sacando el puñado que traía en el bolsillo.

Las innumerables fábricas han quedado atrás, y al movimiento de las gentes y la monotonía melancólica y prosáica de los edificios urbanos suceden el capricho, la variedad, la alegría risueña y la frescura de todo lo que constituye la campiña en Inglaterra, hermosa aún ántes de que el verdor de la primavera haya hecho olvidar todas las tristezas del invierno.

Aixa golpeó entonces las losas con los pies, haciendo repiquetear el oro y el marfil que recargaba sus tobillos, y, con los ojos abstraídos, giró sobre misma, esparciendo perfumada frescura, cual húmeda flor sacudida de pronto.