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Mientras tanto el P. Norberto estaba sorprendido y confuso por las inusitadas atenciones de que era objeto por parte de Cándida. El pobre no estaba acostumbrado a que se las prodigasen. El bello sexo de Peñascosa le profesaba cierto desdén compasivo. Teníasele por un sacerdote virtuoso, pero de muy cortos alcances.

Pero nada, ni un acto, ni una palabra, ni un pensamiento contaminó una sola vez ese sentimiento que nos hacía vivir. ¿De modo que al Príncipe no le faltaría razón de estar celoso? A la expresión de soberbio gozo que animaba el rostro de Vérod, sucedió un amarga contracción de desdén.

Tenía aquel hombre la misma hermosura varonil del gran poeta, la misma bella cabeza airosamente puesta sobre un cuello nervudo, dispuesto siempre a enderezarse con la altanera inflexión del desdén.

El espíritu se apartó con desdén de la naturaleza; quiso elevarse por cima de la inteligencia y de la causa; pugnó por ir más allá del ser mismo; aspiró a confundirse con el principio inmutable de todo ser. La unión mística, de que tanto me he envanecido, fue sin duda ilusión malsana.

Breve respuesta que encerraba no poco desdén y quizás mucho asombro. En medio de estas distracciones mis estudios iban bastante bien. Continuaba obteniendo éxitos que despreciaba comparándolos con la grandeza de los sentimientos que hacían que fuese un hombre pequeño y, según mi juicio, un corazón tan grande.

Este se encogió de hombros con supremo desdén, moviendo los labios de un modo despreciativo. Estaba de mal humor. Al ver la mesa puesta sin el plato de la niña, había preguntado por él. Su mujer le había contestado con malos modos: ¡Pero, hombre, no seas ridículo! ¿Quieres que la niña coma hoy con nosotros? ¿Por qué no? Venturita se había escandalizado.

Ni para enfadarme ni para desenfadarme le pido a usted permiso... Por lo demás, me acomoda mejor hacerle a usted esa advertencia de palabra. No quiero que usted ponga los pies en mi casa. ¿Se ha enterado usted? El marquesito alzó los hombros con desdén. Lo mismo usted que su casa me tienen sin cuidado.

Antes que dieras muchos pasos en ella ya él la habrá saltado y estará en su casa. El mozo de Rivota se encogió de hombros con cólera y desdén y profirió sordamente: Bueno... otro día será.

Y si estaba y de improviso me veía, ¿no era posible que se me presentara deslumbrada por los esplendores de su nueva posición, y que a la palidez de la primera sorpresa sucediera en su rostro el rubor de haberme amado? ¿Se acercaba el momento de que yo cayese de la inconmensurable altura de mi fatuidad amorosa, encontrando una sonrisa de desdén y la mano de un criado que me pusiera en la calle? ¿Por ventura el trance que me esperaba era hermano gemelo de aquella otra gran caída ocurrida en El Escorial, cuando por el favor de Amaranta soñaba con los primeros puestos de la nación? ¿Bajaría mi alma desde príncipe a lacayo, como poco antes bajó mi ambición?

No, hija mía, no dijo el padre Aliaga ; pero me extraña ver en el aposento del tío Manolillo, y á estas horas, una mujer tal como vos. La Dorotea sacó su labio inferior en un gracioso mohín, que tanto expresaba fastidio como desdén, por la observación de fray Luis. ¿Os une algún parentesco con esta joven, Manuel?