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Amiga mía dijo doña Flora , ¡qué imprudente es usted! ¿No es verdad, Gabriel, que ha sido muy imprudente? ¡Ya lo creo; contarlo todo en sus propias barbas! Yo temblaba por ti, niñito, temiendo que te ensartara con el chafarote. La condesa nos ha comprometido afirmé con afectado enojo. Es un diablillo. Amiga mía dijo Amaranta , lo hice con la mayor inocencia.

Mas me disgustó oírle hablar con rara corrección el castellano, cuando yo esperaba que se expresase en términos ridículos y con yerros de los que desfiguran y afean el lenguaje; pero consolome la esperanza de que soltase algunas tonterías. Sin embargo no dijo ninguna. Entabló conversación con Amaranta, procurando esquivar el tema que impertinentemente había tocado doña Flora al entrar.

Salieron la Artillería y la Diplomacia, y como la Marquesa había salido de la habitación un momento antes, quedamos solos otra vez Amaranta y yo. Sigue contando me dijo . Y ese señor tendero con quien servías, ¿ha venido contigo a Córdoba? No, señora: yo no he vuelto más a su casa. Salí de Madrid acompañando al Sr. de Santorcaz.

Como experta en pleitos repuso Amaranta y conocedora de tal laya de gente, puede usted buscar en la familia de estos una esposa para su digno hijo el señor conde, varón insigne en las tabernas y garitos de Madrid. Jugando al monte podrá restablecer el mermado patrimonio, sin verse en el caso de solicitar un enlace violento con una joven mayorazga.

María la fausta nueva; pero no permitió D. Paco que nadie sino él en persona se encargase de tan dulce comisión, y con sus piernas vacilantes corrió hasta entrar en la casa, diciendo con desaforados gritos: «¡Ya pareció, ya parecióCuando nosotros llegamos con el joven, todos salieron a recibirle, excepto Amaranta, a quien un fuerte dolor de cabeza retenía en su cuarto.

Disculpas, hijo añadió Amaranta con malicia . La verdadera causa de la resistencia de este mozuelo a ingresar en la orden gloriosa es no sólo la holgazanería, sino también que las distracciones de un amor tan violento como bien correspondido, le tienen embebecido y trastornado. No se permiten enamorados en la orden, ¿verdad, Sr. D. Pedro?

Señora doña María replicó Amaranta con la voz tan temblorosa, a causa de la cólera, que apenas se entendían sus palabras no vino mi hija seducida por lord Gray. Vino acompañada por él o por otro, que esto no hace al caso, y movida de propia inspiración y deseo.

D. Manuel dijo Amaranta eso de la soberanía de la nación que han inventado ahora... anoche estaban explicándolo en casa de la Morlá, y por cierto que nadie lo entendía; eso de la soberanía de la nación si se llega a establecer va a traernos aquí otra revolución como la francesa, con su guillotina y sus atrocidades. ¿No lo cree usted? No, señora; no creo ni puedo creer tal cosa.

Amaranta y yo hacíamos esfuerzos por contener la risa. De pronto oyose ruido de pasos, y la doncella entró a anunciar la visita de un caballero. Es el inglés dijo Amaranta . Corra usted a recibirle. Al instante voy, amiga mía. Veré si puedo averiguar algo de lo que usted desea.

Yo, que almorzaba durante este gracioso diálogo, no pude menos de manifestarme conforme en todo y por todo con las indicaciones de Amaranta; y doña Flora sirviéndome con singular finura y amabilidad, habló así: Jesús, amiga, qué malas cosas enseña usted a este pobrecito niño, que tiene la suerte de no saber todavía más que la táctica de cuatro en fondo. ¿A qué viene el levantarle los cascos con...? Gabriel, no hagas caso.