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Dios mío, no, ni sombra de una... Pero acaso la tendré más adelante... Por otra parte, busca por tu lado. ¿No eres diplomático? Raúl hizo un gesto de mal humor, pero sabía por experiencia que la condesa no entregaba nunca por entero su pensamiento y que él usaría en vano todas las astucias de su diplomacia.

La disciplina eclesiástica estaba relajada; los altos dignatarios daban muy funesto ejemplo; las cosas santas no eran ya respetadas; en las relaciones internacionales habia sucedido á la sinceridad y franqueza la diplomacia; desaparecian lentamente las gerarquías sociales; violábase la del juramento, grande y solemne garantía de la edad media; el interés personal, el egoismo, eran la norma de los pueblos y de los reyes; todos estos elementos de disolucion reunidos minaban el órden social, y anunciaban grandes catástrofes.

¡Ah, ya! ¡Eso es otra cosa! replicó jovialmente Jacobo . A la diplomacia de las faldas no hay quien resista. Recuerdo haberle oído a Castelar que el mundo es de las faldas y de las faldas: es decir, de las enaguas y de las sotanas. Pues téngaselo usted por dicho, señor de Bismarck... Porque supongo sabrás que estoy nombrada plenipotenciaria...

Fermo, eres un papanatas; el mundo está perdido: por eso todos piensan mal y por eso hay que andar con cien ojos.... Hay que aparentar más virtud que se tiene, aunque se sea un ángel. ¿No sabes que de nosotros dicen mil perrerías? Glocester, don Custodio, Foja, don Santos y el mismísimo don Álvaro Mesía, con toda su diplomacia, pasan la vida desacreditándote. ¡Basta, madre, basta por Dios!

Este juego es peligroso y, desde luego, condenable. Cuando un hombre inteligente aventura una declaración es porque le anima a ello el presentimiento de que será aceptado, presentimiento fundado en ciertos indicios de que es persona grata, como se dice en términos de diplomacia.

Puesta su memoria en constante trabajo, recordó cuanto a la pobre muchacha se refería: la primera vez que hablaron, su diplomacia en cortejarla, los diálogos en el cuartito del teatro, interrumpidos bruscamente por las entradas del segundo apunte... ¡Qué guapa estaba con aquellos trajes!

La pobre niña no podía felicitarse mucho del resultado final de su diplomacia. De tiempo en tiempo trataba de lanzar al triunfante señor de Bevallan miradas llenas de desdén y de amenaza; pero en esa atmósfera tempestuosa que hubiera inquietado seguramente á un novicio, el señor de Bevallan respiraba, circulaba y revoloteaba con la más perfecta facilidad.

Hágase usted cargo de lo que sufrirá una criatura con la conciencia alborotada y en esta situación... ¡Ah! Sr. D. Evaristo, a no me la da usted... Usted es muy tunante y las mata callando... Al oír esto, la diplomacia de Feijoo se alarmó, creyendo llegada la ocasión de sacar, si no todo el Cristo, la cabeza de él.

Al día siguiente, cuando supimos lo ocurrido, apreciamos unánimemente aquella huida del siguiente modo: El príncipe de Cabourg no tiene cabeza suficiente para sostener esta corona; ocúpese la diplomacia en buscar otra frente y sea cauta en la elección para no verse burlada de nuevo.

A fuerza de inteligencia y diplomacia había logrado Timoteo que D.ª Carolina le invitase a la boda. Por cierto que este rasgo de generosidad le valió un disgusto. Su hija menor armó la de San Quintín al enterarse, profiriendo tan pesadas palabras que la buena señora se vio necesitada a zanjar la cuestión por el método usual, con un par de pellizcos. La niña puso el grito en el cielo.