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Después de llorar mucho la muerte de su esposa, don Carlos volvió a pensar en asuntos que a él se le antojaban serios, como v. gr., propagar el libre examen dentro de círculo determinado de españoles; procurar el triunfo del sistema representativo en toda su integridad. Tanto valía entonces esto como dedicarse a bandolero sin protección, por lo que toca a la necesidad de vivir a salto de mata.

Agácheme detrás de una mata, pasaron los perros, mis compañeros, adelante, y desde allí oteé, y vi que dos pastores asieron de un carnero de los mejores del aprisco y le mataron, de manera que verdaderamente pareció a la mañana que había sido su verdugo d lobo. Pasméme, quedé suspenso cuando vi que los pastores eran los lobos, y que despedazaban el ganado los mismos que le habían de guardar.

Zaida teme que su amante se escape de la prisión y la abandone, y conjura, con ayuda de la encantadora Hafa, á los poderes infernales para que impidan su viaje. El cautivo lo emprende, sin embargo, y llega á Salas felizmente. Se decide entonces á vengar la muerte de sus hermanos, mata á Ruy Velázquez en singular desafío, y quema viva en su casa á Doña Lambra.

En los jesuítas hay en nuestro tiempo una limitación y una estrechez de miras harto contrarias á las susodichas aspiraciones. Se olvidan de que la letra mata y el espíritu vivifica, y se olvidan de que el espíritu de verdad hará resplandecer toda verdad ante los ojos de los que le siguen. CONTRA ESPA

Ante todo, es indispensable que tengamos un Rey en Estrelsau, o, de lo contrario, Miguel será dueño de la ciudad en veinticuatro horas. Y entonces ¿qué valdría la vida del Rey? ¿dónde estaría su trono? ¡Joven, tiene usted que aceptar! ¿Y si matan al Rey? Lo matarán si es que no lo mata usted. ¿Y si lo han asesinado ya?

Te presento a mi amigo José Calzada, célebre matador de toros que ya conocerás con el nombre de el Cigarrero, aunque hace muchos años que no mata en la plaza de Madrid... Su hermano Baldomero, el Serranito, banderillero de fama... Sebastián Campos... Enrique se detuvo vacilante antes de pronunciar el alias.

El principal motivo dramático de La justicia en la piedad, es el siguiente: El hijo libertino de un rey de Hungría concibe una pasión violenta por la bella recién casada Celaura; se apodera de ella y de su esposo, y los encierra en un castillo. Intenta entonces violentar á la cuitada para que se abandone á él, amenazándole con matar á su esposo si se resiste más tiempo á la satisfacción de sus adúlteros deseos. Celaura lucha entonces horriblemente entre el honor y el afecto á su esposo, sucumbiendo al cabo el primero; pero á pesar de esto, mata el tirano á su cautivo para poseer sólo á su esposa, que, desesperada, pide al Rey justicia contra su deshonrador y el asesino de su esposo, siendo el Príncipe condenado á muerte. La última parte del drama está consagrada á describir el combate interior que sufre el Rey entre su amor paternal y su justicia; el Príncipe cuenta muchos amigos, á causa de algunas nobles prendas que lo adornan, deslustradas, á la verdad, por su libertinaje y pasiones violentas, cuyos amigos piden al Rey que le perdone la vida; pero el Rey opta por cumplir con su deber de juez, y ordena que sufra su pena su hijo, cuando sobreviene una sedición, y los parciales del Príncipe lo libertan y lo proclaman Rey.

Al enfocar en la carretera, obediente a una agradable voz del interior, refrenó de repente los caballos y esperó respetuosamente mientras Tomasito saltaba del coche por orden de la maestra. La otra mata: no aquélla, Tomasito. El interpelado sacó su cuchillo nuevo, y cortando una rama de una alta mata de azalea, volvió con ella hacia doña María. ¿Adelante? Adelante.

Un día estuvo doña Inés tan sentimental, que deshizo el peinado de Juanita, admiró su abundante, undosa y suave mata de pelo, la besó varias veces, calificó de horrible desacato el que las manos rudas e impuras de un campesino lograsen tocarla y enredar los dedos en ella, y se la figuró ya como cortada al pie del altar el día en que Juanita profesase, rogándole que para entonces se la legase a ella, porque ella la conservaría como reliquia del más subido precio.

No acierto, con todo, a divorciarme de ella. Soy de ella. Soy tuyo sin remedio. El vergonzoso y duro desengaño no mata el amor de mi corazón al derribar todo el edificio filosófico que con tanto afán y arrogancia había yo levantado. Se me figura que cae sobre el justo castigo de la soberbia del espíritu.