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Para que la personificación fuera completa, salía del balcón una viga destinada a sujetar la cuerda de tender ropa, y con tal accesorio la casa con rostro estaba fumándose un cigarro puro. Su tejado era en figura de gorra de cuartel y tenía una ventana de bohardilla que parecía una borla. La chimenea no podía ser más que una oreja.

Era una pequeña figura de cuatro pies de alto que representaba a Ofelia coronada de flores. Había tanto desembarazo en la postura, tal delicadeza en las facciones, tanta inocencia en la expresión, que jamás había visto una interpretación más viva de la inmortal heroína de Shakespeare. Quedó pensativo y preocupado.

Tenía sin duda mucho de pájaro en figura y gestos, y más, visto en su sombra. Era anguloso y puntiagudo, usaba sombrero de teja de los antiguos, largo y estrecho, de alas muy recogidas, a lo don Basilio, y como lo echaba hacia el cogote, parecía que llevaba en la cabeza un telescopio; era miope y corregía el defecto con gafas de oro montadas en nariz larga y corva.

Este clérigo, de edad de treinta y cinco a cuarenta años, alto, de facciones regulares, ojos grandes y negros sin expresión, y figura triste y descuadernada, presumía, según pública voz, de guapo, lo mismo que de inteligente, maligno, ilustrado, etc., etc.

Gozaba, pues, de estimación y aprecio en ciertos círculos de la sociedad, sin ser por ello figura de primera notoriedad, cual admitió Bermúdez de Castro.

Si a esas horas ha parecido ya algún periódico, me lo entra mi criado, después de haberlo hojeado él: tiendo la vista por encima; leo los partes, que se me figura siempre haberlos leído ya; todos me suenan a lo mismo, entra otro, lo cojo, y es la segunda edición del primero. Los periódicos son como los jóvenes de Madrid, no se diferencian sino en el nombre.

Muchas páginas ocuparían las historietas picantes en que figura el nombre de Amat unido al de Micaela Villegas, la Perricholi, actriz del teatro de Lima.

El hermano no podía ocultar su admiración cada vez que explicaba el significado de esta parte del altar, no obstante los años que llevaba enseñándola á los forasteros. Aquella figura de cera era de don Íñigo de Loyola, cuando aún no pensaba en ser San Ignacio ni en fundar la Orden.

Dudar de ti se me figura un crimen; y si lo he cometido, no te pido perdón, porque que ya me lo has perdonado. Durante esta expansiva manifestación, le escuchaba la enferma con una especie de trastorno.

Al fin había cedido a las instancias de algunos amigos, oficiosos mediadores entre él y la familia, y aquella mañana iba a almorzar en la casa de Valldemosa, donde vivía Valls gran parte del año para alivio del asma que le ahogaba. Jaime hizo un esfuerzo de memoria queriendo recordar a Catalina. La había visto varias veces, en las calles de Palma. Buena figura, rostro agradable.