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Lo de la pierna no ofrecía iguales esperanzas. El hueso estaba fracturado: Gallardo podía quedar cojo. Don José, que había hecho esfuerzos para mostrarse impasible cuando horas antes consideraban todos inevitable la muerte del espada, se conmovió al oír esto. ¡Cojo su matador!... ¿Entonces no podría torear?...

Me enfada esta niña con su inocencia y su cara bonita. Parece que se la pone al lado como un escudo contra ... Es fatalidad esta; las pocas veces que la cojo sola, no adelanto nada. Si le digo cualquier reticencia delicada, se hace la tonta. Evita el encontrarse sola conmigo, y ahora trae siempre a rastras al espantajo angelical de su hermana para asustarme».

No me vuelvo atrás de lo que esta expresión indica, pues el buen señor llegó a sentir por su protegida un amor entrañable, no todo compuesto de fiebre de amante, sino también de un cierto cariño paternal, que cada día se determinaba más. «¡Qué lástima, compañero! pensaba , que no tengas veinte años menos... De veras que es una lástima. ¡Si a esta la cojo yo antes...! Así como otros estropearon con sus manos inhábiles esta preciosísima individua, yo le hubiera dado una configuración admirable. ¡Qué española es, y qué chocho me estoy volviendo!».

Confiesas que has faltado cinco veces y, sabe Dios, ¡si no has faltado más! Atqui como leo la lista muy raramente, y cada vez que le cojo á uno le pongo cinco rayitas, ergo, ¿cuántas son cinco por cinco? ¡A que te has olvidado de la tabla de multiplicar! ¿Cinco por cinco? Veinticinco... ¡Júsito, júsito!

26 Y él dijo: Rey señor mío, mi siervo me ha engañado; pues había tu siervo dicho: Enalbardaré un asno, y subiré en él, e iré al rey; porque tu siervo es cojo. 27 Pero él revolvió a tu siervo delante de mi señor el rey; mas mi señor el rey es como un ángel de Dios; haz pues lo que bien te pareciere.

No; hombres no faltan decía tranquilamente con un conato de sonrisa . Pero soy muy cristiana; y si cojo otro hombre, quiero que sea como Dios manda. Y al notar la mirada de asombro del cura y de los empleados de la puerta, volvió a la realidad, reanudando su difícil lloro. Al anochecer llegó la noticia. que había firmica.

-Mal cristiano eres, Sancho -dijo, oyendo esto, don Quijote-, porque nunca olvidas la injuria que una vez te han hecho; pues sábete que es de pechos nobles y generosos no hacer caso de niñerías. ¿Qué pie sacaste cojo, qué costilla quebrada, qué cabeza rota, para que no se te olvide aquella burla?

Te aseguro que hace tiempo que he encargado á un amigo de andar los pasos... Sólo que es cojo el pobrecito y camina poco añadió bajando la voz con acento cómico. Los amigos celebraron la gracia. Soledad salió del cuarto llorando, como siempre que se tocaba este punto. Con todo, era feliz.

En Junio, , bien me acuerdo, todo era te quiero y te adoro, y bastante que nos reíamos de la mona del Cielo, aunque siempre la teníamos por virtuosa. ¿Que es sagrada, dices?... ¿Entonces, para qué la engañas? ¡Sagrada! Ahora sales con eso. Cojo mi sombrero y no me vuelves a ver... Eso es que lo quieres hace tiempo. Estás buscando un motivo, y te agarras a lo que dije.

Se avisó a este comerciante y, en efecto, vino a declarar que era cierto lo que el cojo decía, y que le trataba hacía tiempo y le tenía por una persona honradísima. Mario, a pesar de todo, ansiaba echarle las manos al cuello y apretarle hasta hacerle confesar dónde estaba su hijo. Se indagó el paradero de la mujer y el niño. Nadie daba razón de ella; nadie la había visto. Se trabajó asiduamente.