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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Lo de la pierna no ofrecía iguales esperanzas. El hueso estaba fracturado: Gallardo podía quedar cojo. Don José, que había hecho esfuerzos para mostrarse impasible cuando horas antes consideraban todos inevitable la muerte del espada, se conmovió al oír esto. ¡Cojo su matador!... ¿Entonces no podría torear?...

Se había fracturado un brazo en su caída; su cabeza, que había chocado contra un pico de la roca, sangraba horriblemente. ¿Qué hacer en tan terrible posición? Comenzaba a amanecer y me dirigía apresuradamente al castillo en demanda de auxilio para él, cuando encontré en el camino una berlina, y en ella un gran señor que volvía de casa de usted; era el cardenal Bibbiena.

¡Dios mío! murmuró echando una mirada en torno. Miró después a Tristán que parecía dormido, y no advirtió en su rostro señales de sangre; palpó sus brazos y sus piernas, pero no pudo cerciorarse si se había fracturado algún hueso; puso el oído a sus labios y notó que respiraba.

Rosita, Rosita, trata de arrastrarme detrás de esos naranjos antes de que amanezca, porque yo no puedo valerme. ¡Oh! ¡sufro mucho! El desgraciado se había fracturado el fémur y los huesos le agujereaban la piel. Rosita, amor mío, Rosita mía, ayúdame... repetía con voz débil. La monja lanzó una carcajada convulsiva y violenta, sus ojos se agrandaron de una manera espantosa, pero no se movió.

Pero cierta mañana apareció tendido en el camino uno de los primeros borrachos de Gallarta, con un brazo fracturado y la cabeza rota, y ya no volvieron á salir fantasmas, ni nadie sintió deseos de adornar la catástrofe con grotescas apariciones. El recuerdo de los enterrados fué borrándose en la memoria de todos.

Y el doctor clamaba contra las inútiles carreras de caballos, en las cuales mueren muchos más hombres que en las corridas de toros; contra las cacerías de ratas por perros amaestrados, presenciadas por públicos cultos; contra los juegos del sport moderno, de los que salen los campeones con las piernas rotas, el cráneo fracturado o las narices aplastadas; contra el duelo, las más de las veces sin otra causa que un deseo malsano de publicidad.

22 Por tanto, así dijo el Señor DIOS: Heme aquí contra Faraón rey de Egipto, y quebraré sus brazos, el fuerte y el fracturado, y haré que la espada se le caiga de la mano. 23 Y esparciré los egipcios entre los gentiles, y los aventaré por las tierras.

Palabra del Dia

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