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Era la Roca de San Pablo, aglomeración de piedras basálticas en mitad de la línea equinoccial; pedazo de tierra diminuto olvidado por las convulsiones volcánicas y que seguía emergiendo audazmente entre África y América, sin fauna, sin flora, yermo y maldito en las soledades del Océano, lejos de todo país habitado.

El geólogo y el minero que penetran por la fuerza con su pico y martillo en las entrañas de la roca, descubren venas de jaspe y otras piedras transparentes ó coloreadas; es el hilillo de agua termal, arrastrando arcilla en disolución, que lo ha depositado en la fisura por donde corría, y que luego ha cambiado de curso.

El lugar de la acción del primer acto es la residencia del gobernador de Gaeta, el cual, en la primera escena del mismo, felicita por su llegada al mismo sitio á su amigo el español Don Juan Roca, y á su joven esposa Serafina. Porcia, la hija del gobernador, traba pronto amistad con Serafina, confiándose ambas sus secretos amorosos.

En seguida Don Francisco Roca, académico de la de San Fernando y Director de arquitectura de la de San Luis de Zaragoza, levantó el plano muy parecido a la de aquella ciudad, si bien mas en pequeño, nombrándose director de obras a D. Ramón Pardo, arquitecto y vecino de la capital de Aragón.

El espíritu americano no ha recibido en herencia ese instinto poético ancestral, que brota, como surgente límpida, del seno de la roca británica, cuando es el Moisés de un arte delicado quien la toca.

Por fin, todas las fracciones se han reunido en el cauce común; chocan las corrientes bordadas de espuma y luego juntas emprenden el camino hacia la llanura. La catarata es otra cosa distinta. En ella las aguas no se extienden sobre un ancho espacio para precipitarse luego al azar; se reúnen, al contrario, para lanzarse en masa compacta por el estrecho paso abierto entre dos puntas de roca.

Resbala un viajero sobre una roca de pizarra lisa y muy pendiente, cortada bruscamente por un precipicio de cien metros de altura.

Como todo tiene su término, también lo tuvo en la mañana á que me refiero la admiración de que estábamos poseídos, esparciéndose unos por aquí, y otros por allá, buscando los más la sombra de un rústico camarín levantado en uno de los bordes más altos de la roca.

No veían más que humo y rocas: ninguna voz humana, ninguna sombra: diríase que luchaban contra la montaña. ¡Vamos, Carolino! ¡Dónde está esa puntería, p ! gritó el cabo. En aquel momento un hombre apareció sobre una roca haciendo gestos con el fusil. ¡Fuego á ése! gritó el cabo lanzando una sucia blasfemia.

Arriba se ve asomar unas veces la calva cabeza de una roca formidable por entre las grandes manchas formadas por los bosques de abetos que remedan las naves sombrías de las catedrales góticas.