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¡Explicaba la formación del Gulf Stream! Nadie lo hubiese creído al ver detrás de sus lentes unos ojos acariciadores y tímidamente amorosos. Ella escuchaba con un fervor de admiradora; pero Miguel, que conocía á las mujeres, creyó adivinar su verdadero pensamiento.

Dos o tres veces intervino en la algazara para dar su dictamen tan lleno de experiencia en asuntos amorosos. Y todos se volvieron a él, y callaron los demás para oírle. Entonces habló, sin poder remediarlo, para satisfacer secreto impulso de rehabilitarse con su historia. Habló el maestro.

¡Que tengas buena suerte! Y contempló con ojos amorosos el carruaje que se alejaba seguido de un grupo de pilluelos, embelesados en la contemplación envidiosa de los oropeles de los lidiadores. Al quedar sola, la pobre mujer subió a su cuarto, encendiendo luces ante una imagen de la Virgen de la Esperanza. El Nacional iba en el coche, cejijunto y sombrío, al lado de su maestro.

Si el calor del verano o los excesos amorosos le debilitaban, aquella mujer incomparable le preparaba caldos sustanciosos, asados nutritivos y sabrosos postres. Si, por el contrario, sabía que su amo gozaba de perfecta salud y traía conquista entre manos, guisaba para él, con abundancia de vinos generosos, especias y estimulantes que contribuyesen a su vigor, a su alegría y a sus triunfos.

A los mortales ofrece el sacrosanto madero nueva escala de Jacob para remontarse al cielo: "con su frente abre la gloria con su pie cierra el infierno, y sus brazos amorosos abrazan al mundo entero". ........................... Al rebramar la tormenta, por la playa me paseo, y en ver las agitaciones del vasto mar, me embeleso.

Nada menos se le ocurrió que don Rosendo se había percatado de la instabilidad de sus sentimientos amorosos, y le iba a pedir de ello estrecha cuenta. Fuese, pues, detrás de él cabizbajo y receloso, y penetró en el escritorio.

En esto, Morsamor, así como Tiburcio que, vencedor de la caballería, estaba ya a su lado, vieron en el extremo del palacio, hacia donde estaba el harén y en una gran ventana que acababa de abrirse, una extraña figura que los llenó de pasmo. Nunca mujer más bella, elegante y majestuosa, había concebido Morsamor en su fantasía de poeta, ni había aparecido en sus más radiantes y amorosos ensueños.

«En sus primeros tiempos, dice don Adolfo de Castro, fué Salinas poeta de muy buen gusto literario, y en los últimos se convirtió en conceptista y en todos demostró un gran ingenio, sazonado de burlas y de gran delicadeza en la declaración de afectos amorosos

Díjole ella, en fin, que era muy extraña cosa que un hombre que, como él, de tal manera se había entrado en su casa amparándose de la justicia, y que decía que por ella se había puesto en tal trabajo, y que la había dado música, y tan amorosos y encendidos versos la había cantado, viniese a dormirse como si ningún cuidado le inquietase y como hubiera podido dormirse en su casa: a lo que él respondió mirándola amorosísimamente, que tantas noches había pasado en vela atormentado por sus amores, y tan desesperado y triste, que no había que admirarse de que, cuando al fin lucía para su amor el sol de la esperanza, descansado hubiese en alguna manera de su trabajo.

No ménos que su reconocimiento fuéron amorosos sus vales: porque, como está escrito en el gran libro del Zenda, las dos épocas mas solemnes de la vida son el instante en que nos volvemos á ver, y aquel en que nos separamos. Queria Zadig á la reyna tanto como se lo juraba, y la reyna queria á Zadig mas de lo que decia.