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Actualizado: 18 de junio de 2025


Todo indio dijo mi amigo encendiendo un cigarro, tiene derechos y deberes con relación al Estado y á la provincia en que vive, estando entre los deberes el de trabajar cuarenta días dentro del año, en la jurisdicción de su pueblo. De este trabajo están exceptuados los privilegiados por sangre, por inutilidad ó por edad.

El dia va falleciendo, en fúlgidos resplandores se va el ocaso encendiendo, y ya las sombras mayores de los montes van cayendo. Sobre la cumbre nevada del Veleta, sonrosada por el rojo sol poniente, alza la luna la frente por nubecillas velada. Por el ameno pensil del soto corre el Genil entre floridas riberas, y las gallardas palmeras, y la alameda gentil,

La familia tomó el café pensativa y silenciosa. Miguel se puso a jugar con sus sobrinitas, las niñas de Eulalia. D. Bernardo se levantó al fin de la mesa, encendiendo un cigarro habano. Aunque su continente era frío y grave, como siempre, adivinábase que no estaba de buen humor: el negocio del café le había excitado un poco la bilis.

Vestía el madrugador un desteñido pantalón grancé, reliquia bélica, y estaba en mangas de camisa. Miró al poco cielo que blanqueaba por entre los tejados, y se volvió a su cocinilla, encendiendo un candil y colgándolo del estribadero de la chimenea.

Estaba el pobre chico encendiendo el quinqué de su cuarto, cuando la señora apareció en la puerta, gritando con toda la fuerza de sus pulmones: «Zascandil». No se inmutó Maximiliano ni aun cuando doña Lupe, repitiendo su apóstrofe, llegó al cuarto o al quinto zascandil.

¡Las horas larguísimas del que aguarda con ansiedad!... Se paseó fumando, encendiendo un cigarro en el resto del anterior. Luego abrió la ventana, queriendo borrar este perfume de tabaco fuerte.

Salió del «abrigo», esperando encontrar un espectáculo horroroso de cadáveres despedazados, y vió á su hijo que sonreía encendiendo un cigarro y hablando con Desnoyers... ¡Nada! Los artilleros terminaban tranquilamente de cargar una pieza gruesa. Habían levantado los ojos un momento al pasar el proyectil enemigo, continuando luego su trabajo.

No obstante, con inhumanidad usaron de esta victoria: porque para hacer mas cruda y feroz la guerra, dicen los indios, que se encarnizaron, encendiendo de nuevo lo quemado, y así á la tarde volvieron á reiterar los lanzazos en casi todos los muertos, por si acaso algunos estuviesen vivos, y sacando los reales un poco mas allá del lugar de la matanza. Este dia los fijaron fuera de los cadáveres.

Pasaron cuatro días; ya no me acordaba de aquella niña, o si me acordaba era de un modo vago, como la memoria de los días risueños de la juventud. Tenía casi ultimados mis negocios y andaba preocupado con la elección del día para marcharme. Será cosa, a más tardar, del viernes o el sábado, me dije después de comer, encendiendo un cigarro y echándome a la calle.

Después abandonó aquella habitación, demasiado inmediata al despacho, para que los dos hombres pudieran hablar libremente. Cuando hubieron tomado el primer mate, Rojas ofició un cigarro á Moreno para que «pitase», y encendiendo el suyo se preparó á escuchar. ¿Qué le trae por estos pagos, tinterillo?... Porque usted no es hombre de á caballo, y cuando echa una galopada debe ser por algo.

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