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Si no había criado, ella lo hacía, y arreglaba los cuartos y tendía la mesa; una vez, se despidió a la cocinera, y como el servicio anda así, como Dios quiere, Susana tuvo que ir a la cocina y preparó un almuerzo que daba gloria. ¡Esta Susanita decía el padre, es tan buena! si ella faltara, no qué sería de la casa.

Preparó, pues, ropas para repartir a los pobres; encargó flores para el adorno de la casa y capilla; y convidó, para que cantara Misa Pontifical, a cierto Prelado, a quien, desde mi infancia, llamaba yo «el tío Obispo», aunque en realidad carecíamos de parentesco alguno.

Salió perdiendo en el cambio, pero sabía que aquello agradaría al padre. Leocadia barrió el suelo y fregó los cristales del cuarto cedido, y la madre preparó ropa para el lecho. Con destino a Tirso se compró un catre; pero Pepe lo tomó para y cedió también para su hermano la cama, que era de hierro.

Sólo hoy comprendo qué camino doloroso tenía que recorrer, hoy que me preparo yo misma para el largo y penoso viaje al cabo del cual se abre para una tumba solitaria, más triste aún que la suya. Entonces yo no era más que una niña y alzaba los ojos, sin sospechar nada, hacia la que vino a ser mi maestra, casi antes de haber abandonado ella misma los vestidos cortos.

Doña Blanca, no obstante, antes de dar este permiso, preparó á su hija contra D. Fadrique, pintándosele como un monstruo de impiedad y de infamia, y recomendándole mucho que hablase con él lo menos posible. Doña Blanca, entre tanto, se propuso seguir encastillada en su caserón, sin ver á nadie más que al P. Jacinto, y á Lucía, si acaso.

Todo lo encontró mal; revolvió expedientes, descubrió abusos, sacudió polvo, amenazó con suspender sueldos, negó todo lo que pudo, preparó dos o tres castigos, para varios párrocos de aldea y por fin dijo, ya en la puerta, que «no daba un cuarto» para una suscripción de los marineros náufragos de Palomares.

La madre, que vivía con este hijo soltero, había mostrado á última hora una serenidad asombrosa, después de llorar mucho en los días anteriores, cuando la guerra era todavía problemática. Ella misma preparó el equipaje del soldado, para que la pequeña maleta contuviese todo lo que es indispensable en la vida de campaña.

Maxi no acababa de tranquilizarse, por lo que fue preciso apelar al remedio heroico. El mismo enfermo lo pidió, dejando oír una voz quejumbrosa que salía de entre las sábanas, y que por su tenuidad no parecía corresponder a la magnitud del lecho. Fortunata cogió el cuenta gotas y acercando la luz preparó la pócima. En vez de siete gotas no puso más que cinco. Le daba miedo aquella medicina.

5 Y salió Jonás de la ciudad, y se asentó hacia el oriente de la ciudad, y se hizo allí una choza, y se sentó debajo de ella a la sombra, hasta ver qué sería de la ciudad. 6 Y preparó el SE

Marta, con el peligro, recobró la actividad que había perdido ante la lúgubre ceremonia de la comunión; preparó todos los medicamentos, dio fricciones con un cepillo a la enferma en los pies, la sostuvo incorporada largo rato para que no se sofocase y ejecutó cuanto don Máximo había prescrito en los casos anteriores.