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En tiempo de paz, Chichí había admirado algo á este personaje «Es guapo decía pero con una sonrisa muy ordinariaAhora todos sus odios los concentraba en él. ¡Las mujeres que lloraban por su culpa á aquellas horas! ¡Las madres sin hijos, las mujeres sin esposo, los pobres niños abandonados ante las poblaciones en llamas!... ¡Ah, mal hombre!... Surgía en su diestra el antiguo cuchillo de «peoncito», una daga con puño de plata y funda cincelada, regalo del abuelo, que había exhumado de entre los recuerdos de su infancia, olvidados en una maleta.

El joven, por su parte, hizo un gesto de vivo placer en cuanto las vio y dijo acercándose a ellas con la maleta en la mano: No esperaba la buena fortuna de encontrar a ustedes al llegar al puerto. Cuento, sin embargo, con que no creerán ustedes que hubiera esperado a mañana para ir a presentarles mis homenajes y a pedir noticias de mi enferma... que veo que son buenas a juzgar por su cara.

No es extraño, pues, que conociendo todo lo ridículo y peligroso de la escapatoria, la favoreciese, alentando al P. Gil, disipando sus escrúpulos. No veía en ella más que un medio de librarse para siempre de aquella insufrible verruga que le había salido. Lo primero que hizo la joven fue pedir al ama una maleta para colocar en ella la ropa que su confesor había de necesitar en el viaje.

Andrés se sintió profundamente intimidado cuando su tío le propuso que se quitase las botas y se pusiese las zapatillas. Me parece que no hay zapatillas en la maleta... Vienen en el baúl que trae un carretero dijo, con el aspecto encogido y el acento del que confiesa un delito. ¡Cómo! ¿No traes zapatillas? No, señor se atrevió a responder con voz débil. Bien; entonces te pondrás unas mías.

»En cuanto á los doscientos que contenía la maleta, se entregaron íntegros al señor Gil Ponce. »Juan volvió por vacaciones. »Por lo que había aprendido, comprendía que los maestros de Alcalá eran dignos por su ciencia de la famosa Universidad complutense.

Las mujeres decían que tambien querían tener de Roma, como rosarios benditos por el Papa, reliquias que perdonan los pecados sin necesidad de confesion, etc. Abierta la maleta y levantado el algodon en rama que la protegía, descubrióse un compartimento lleno de sortijas, relicarios, guardapelos, cruces, alfileres, etc.

Estoy perdiendo el tiempo en gemir en vez de hacer mi maleta, pues salgo de viaje dentro de un momento. He prometido dar una conferencia en el Círculo Artístico de Amberes y aprovecharé la ocasión para pasear mi elocuencia por Gante, Bruselas y Malinas, donde estoy invitado. Es un viaje de ocho días que me distraerá y traerá unos cuantos pesos a mi bolsa hospitalaria.

De golpe lo comprendió todo Julián... y la sangre le dio gozoso vuelco. ¡Señorito...! Ea, despachar, que corre prisa.... Tiene usted que acompañarme a Santiago y necesitamos llegar a Cebre antes de mediodía. ¿De veras viene usted? ¡Mismo parece cosa de milagro! Yo estuve hoy arreglando la maleta. ¡Bendito sea Dios! Pero si usted determina que me quede aquí entretanto.... ¡No faltaba otra cosa!

En todo caso, empecemos con precaución, para no poner en guardia al enemigo. Si fuésemos reconocidos, Clementina sería capaz de cambiar de residencia y nuestras pesquisas tendrían que empezar de nuevo. Pues bien, si es preciso, nos disfrazaremos. Yo le desfiguraré á usted. ¡Ah! Por fin te veo animado. ¿Vives ahora? , empiezo á esperar. Ve á preparar tu maleta.

Las monjas han descendido del tren. Y se han perdido a lo lejos, con una maleta raída, con dos saquitos de lienzo blanco, con un paraguas viejo... Este viejo por la mañana había venido a traer un sobre grande en que decía: Señor don Lorenzo Sarrió. Sarrió, puesto que era para él, ha abierto el sobre, después que se ha marchado el viejo, y ha visto que dentro había una cartela con un escudo.