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La enferma, arrodillada ante el altar sin soltar los zapatos, mostrando por entre las faldas las plantas de los pies amoratadas y sangrientas por los arañazos de las piedras, repetía el estribillo al final de cada estrofa, implorando la protección de la Virgen. Su voz sonaba débil, triste, como un vagido de niño enfermo.

Muy amables, con amabilidad pegajosa y visibles deseos de agradar, pero dando tropezones continuamente por una falta irremediable de tacto, por una voluntad de hacer sentir su grandeza. Los personajes amigos de los Hartrott hacían manifestaciones de amor á Francia: el amor piadoso que inspira un niño travieso y débil necesitado de protección.

Me sentía débil y fatigado, pero Tarlein se apresuró a darme la buena noticia de que mi herida curaría pronto y que entretanto todo iba bien, pues Juan el guardabosque había caído en el lazo que le tendimos y se hallaba en nuestro poder. Y lo más raro es continuó Tarlein, que no parece muy contrariado de verse aquí.

Apenas se le veía como un punto negro en la espesura del follaje, pero se oía el débil piar de los polluelos cuando sus padres con agitación iban y venían para cebarlos. ¡Qué alegría la de aquellos animalitos al verles llegar con un mosquito en el pico! ¡Qué gozo triunfal expresaba el trino de los padres luego que depositaban el alimento en la boca de sus pequeños!

Mirándola se creía ver un relampagueo de reflejos temblorosos, como los que produce la luz sobre la superficie del agua agitada. Aquella débil criatura, en la cual parecía que el alma estaba como prensada y constreñida dentro de un cuerpo miserable, se ensanchaba y crecía maravillosamente al hallarse sola con su amo y amigo.

Usted abrigaba, pues, una esperanza, por débil y remota que fuera. Pero ¿cómo no pensó usted que para ella era motivo de temor lo que para usted era motivo de esperanza? Un nuevo vínculo amoroso tenía que envilecerla. Roberto Vérod miró a su interrogador cara a cara. Yo quería hacerla mi mujer ante Dios y los hombres.

Al terminar la traca, Juanito salió de la feria. Tenía prisa en llegar a casa antes que su familia. Reconocíase sin fuerzas para resistir la presencia de su madre. Carecía de costumbre en el fingimiento, y la expresión de su rostro le haría traición. Además, sentíase muy débil.

Su hijo le pareció así. ¡Había tardado tanto! Se le figuró que nacía a la fuerza, que se le hacía violencia abriéndole las puertas de la vida.... ¡Coronado, Bonis, coronado! decía una voz débil y mimosa, excitada, desde la cama. Bonis, sin entender, se acercó a Emma y le dio un abrazo, llorando. Emma lloraba también, nerviosa, muy débil, demacrada, convertida en una anciana de repente.

Yo no creí que ninguno de los tres valiéseis lo que valéis: mi mundo, el mundo de mi corazón y de mi amor, que se reducía á una persona, se ha aumentado con otras tres: y la que más amo, porque es la más débil, sois vos, hija mía, vos que me habéis sorprendido, que me habéis enamorado con el corazón que me habéis dejado ver.

Y decía esto con la misma voz quejumbrosa de antes, débil, anonadado, como si sintiera el lento desplome de su interior. ¿Y nunca tuvo usted familia? ¿Yo?... ¡Como todo el mundo! A usted se lo cuento todo, caballero. ¡Hace tanto tiempo que no hablo!... Mi mujer murió hace seis años.