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Doña Luz se sonrojó como nunca al pronunciar tales palabras, y D. Jaime se levantó mostrando en su semblante la gratitud y la alegría que la confesión de doña Luz le causaba. Después dijo: Deseche V. todo temor, y conserve la creencia de que la amaré siempre, y de que mi amor hacia V. sólo puede compararse con el respeto y la profunda admiración que V. merece.

¡Eh, arriba, cabayero! ¡Señorito, a la plaza! Un poco más tarde llegan por las bocacalles y pasan rápidamente, tirados por hermosos brutos, los carruajes de los ricos y sus parásitos, mostrando la gente adinerada afán de imitar al pueblo en la manera de vestir.

Estuve un poco imprudente, puede ser, yo lo confieso, pero el me precipitó, porque me cortó primero, y a más me cortó la cara, que es un asunto muy serio. Me asiguró el mesmo amigo que ya no había ni el recuerdo de aquel que en la pulpería lo dejé mostrando el sebo.

¡Qué suerte ha tenido usted en que le hubiese reconocido, don Feliciano! exclamó el señor Miranda mostrando su ancho estoque de hierro con puño de hueso. ¡Pues la de usted no ha sido pequeña, don Pedro! contesta el comerciante esgrimiendo en el aire una hoja fina y pavonada de Toledo. Para entrar en la tienda de la Morana era preciso bajar dos escalones.

Una mujer, una mujer sola, débil, desconocida, pobre, descalza, con un cordon á la cintura, con los cabellos sueltos por la espalda, con los ojos inflamados, con la mano derecha suspendida, mostrando una medalla de cobre, recorria las calles de Paris, apostrofando á unos, consolando á otros, exhortando y animando á todos. ¡No temais, no temais! El cielo vela por la ciudad.

Un día de los primeros de Marzo, Maxi, al dirigirse al café, vio a Izquierdo en los soportales de la Casa-Panadería, y a punto que le saludaba, pasó y se detuvo el cobrador municipal. Este y José cambiaron unas palabras. «En seguida voy al café dijo el modelo, mostrando varios paquetes a su amigo, que los miraba con curiosidad . Subo a largar esto: Varas de cinta... jabón... demonios, dátiles.

Aquel, arrojado en tierra, aplica la oreja al polvo para oír hablar a los antípodas, y su cara de idiota, plantada en el suelo, es como un amarillo melón que se ríe. Un tercero canta en voz alta, mostrando un papel o estado sinóptico de los ejércitos europeos, con división de armas y los respectivos soberanos o jefes, todo lo cual debe ser puesto en música.

Centenares de luces brillaban en dorados candelabros, reflejándose en mil chispas de varios colores sobre los vasos tallados y los vistosos jarros llenos de flores y frutas. El mismo desorden que allí había, como en todo lo perteneciente a lord Gray, hacía más deslumbradora la extraña perspectiva del preparado festín. Al fin, mostrando impaciencia, dijo el inglés: Ya no pueden tardar.

Se apresuraron a desatarme; me entregaron libre al cura, quien me abrazó llorando de emoción; vinieron a suplicarme que los perdonara y en ese momento apareció mi infeliz mujer, jadeando de fatiga, gritando y mostrando en sus brazos a mi hijo más pequeño, implorando piedad para .

Creyó que debía agradecer tanto entusiasmo mostrando algún interés por la persona del panegirista... ¿Qué había hecho él en los últimos tiempos?... Yo, señora, he estado donde debía estar. No me he movido de aquí. He presenciado el «sitio» de París. En vano su razón protestaba de la inexactitud de esta palabra.