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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Mi tío, entre tanto, jadeando y tosiendo y pasando entre los dedos sarmentosos de su diestra cuentas y más cuentas del rosario, y reza que reza entre dientes, sin darse por enterado de lo que ocurría en su derredor, ni contestar más que con un gesto avinagrado a la menor pregunta que se le hiciera. Antes de morir con el cuerpo, estaba ya en el otro mundo con el espíritu.
Allí está la llave: la tomo, corro á la casa, abro; el viejo debe estar arriba durmiendo la siesta: entro, la veo, la hablo, la digo ... qué sé yo lo que le voy á decir ... y me vuelvo á escape. Si las viejas sospechan, inventaré cualquier mentira. No hay más remedio. Al fin llegó jadeando y con mucha fatiga al extraviado ridículo.
No comieron ese día; pero al regresar jadeando detrás del caballo, los perros no olvidaron aquella sensación de frescura, y a la noche siguiente salían juntos en mudo trote hacia San Ignacio. En la orilla del Yabebirí se detuvieron oliendo el agua y levantando el hocico trémulo a la otra costa. La luna salía entonces, con su amarillenta luz de menguante.
Y el poeta heroico se sentó, jadeando de emoción y de fatiga. Su discurso había terminado. Pierrefonds optó por marcharse, sin que el público reparase en su fuga, ni en sus gestos coléricos, ni en las palabras de indignación que iba barboteando. Después de aquella noche, nadie le ha visto más.
Quedó el pobre molido, y jadeando, y trasudando, sin poder imaginar qué fue lo que sucedido le había.
Entró en el salón de popa jadeando todavía, y tomó asiento. Al quedar bajo el ruedo de luz pálida que derramaba sobre la mesa una lámpara colgante, Tòni se fijó en su hombro izquierdo. ¡Sangre!... No es nada... Un simple rasguño. La prueba es que puedo mover el brazo. Y lo movió, aunque con cierta dificultad, sintiendo la pesadez de una hinchazón creciente.
Saltó hacia el cofre de hierro, tanteó por todas partes la cerradura, la sacudió temblando y jadeando, bramó de desesperación cuando comprendió que era imposible violentarla. Sin embargo, en aquel cofre había un objeto, un escrito cuya posesión hubiera comprado al precio de su sangre.
Sancho Panza, que jadeando le iba a los alcances, viéndole caído, dio voces a su moledor que no le diese otro palo, porque era un pobre caballero encantado, que no había hecho mal a nadie en todos los días de su vida.
Ulises se arrojó sobre ella como si fuese á matarla, la oprimió en sus brazos, y los dos, hechos un solo cuerpo, cayeron sobre el banco, jadeando, luchando. La sombra se rasgó con el blanco relampagueo de un oleaje de ropas interiores removidas. Pero esto sólo duró un instante. El vigoroso Ferragut, temblando de emoción y de deseo, sólo disponía de la mitad de sus fuerzas.
Antiguos buques-correos, veloces carreristas de las olas, se veían descendidos á la vil servidumbre de barcos de transporte. Otros, negros y sucios, con pegotes de apresurada reparación y una chimenea tísica sobre su casco enorme, avanzaban tosiendo humo, escupiendo ceniza, jadeando con ruidos de hierro viejo.
Palabra del Dia
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