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Al ruido se detuvieron algunas personas; el amo de uno de los perros terció en la pelea, y dijo ciertas frases injuriosas al amo de otro. Clara, al ver que se reunía tanta gente, y que algunos mozos la miraban con atención impertinente, avivó el paso; tomó la calle arriba para huir de aquellas miradas.

Esta audacia pareció trastornar las ideas de la más vieja, acostumbrada á la vida en pueblos disciplinados que respetan duramente todas las prohibiciones establecidas. Su primer movimiento fué de fuga, para no verse complicadas en el atentado de este desconocido. Pero á los pocos pasos se detuvieron.

Se adelantó este comandante con sola su compañia de granaderos, haciendo la extraordinaria diligencia de caminar en dos dias, 50 leguas y aunque llegó en tiempo oportuno para contener á los atrevidos milicianos, algunas consideraciones prudentes detuvieron las providencias, y aquellos hombres feroces, dejando las armas, volvieron dispersos á sus idolatrados domicilios.

En el tiempo que aquí se detuvieron, el Superior de los nuestros P. Joseph Ortega, nuestro P. Antonio y P. Pedro Carena, asistieron á los enfermos del navío con increíble trabajo y no menor fruto y consuelo de los que morían en sus manos. Pero el haber librado todos bien se debió, como dije, á la mucha caridad de los religiosos y del mismo Padre guardián.

Cada uno tiene su modo de hacerla dijo ella con imperceptible sonrisa. Confesad que la mía sería singular. Púsose a jugar con mano febril con algunos objetos que había sobre la mesa; sus ojos se detuvieron en una fotografía del pequeño Roberto; tomola y contemplola atentamente. Es lindo mi hijo, ¿no es verdad? ¡Precioso! ¿Por qué lo tomasteis en vuestros brazos cuando yo entré?

Pocos dias despues de entregada la ciudad de Zaragoza, llegaron 10,000 caballos que enviaba de Africa el rey Ali, y como entendiesen que ya la ciudad estaba en poder de los cristianos, se detuvieron antes de llegar

Sobre sus cabezas tenían el ángulo final del baluarte y una garita de piedra; enfrente el puerto, con su boca flanqueada de dos torrecillas luminosas, y en la ribera opuesta la altura de Monte-Carlo, sus edificios enormes, sus cúpulas charoladas, que reflejaban el último fuego rosa del crepúsculo. Los dos se detuvieron instintivamente.

No se besaban por un resto de pudor, por miedo a la gente, pero sus labios secos, acariciados por la humedad de la lengua, parecían atraerse al través de la pequeñísima distancia que los separaba. Cuando abandonaron el merendero, iban con paso vacilante, silenciosos, por la soledad del campo. Se detuvieron en las inmediaciones del Canalillo.

Echando pie á tierra los jinetes, ataron sus caballos á la cerca y apenas tomaron por el sendero que á la casa conducía se detuvieron atónitos, contemplándose en silencio, presa de profunda emoción.

Su amigo continuaba pensando en Julio. ¿Cuándo le encontraría?... Se detuvieron junto á una ventana de ametralladora, manteniéndose, por recomendación de los militares, á ambos lados de la hendidura horizontal, ocultando el cuerpo, avanzando la cabeza prudentemente para mirar con un solo ojo. Vieron una profunda excavación y el borde opuesto del suelo.