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Así como en pintura ó en estatuaria, la verdad artística no es la verdad material, puesto que no es el mejor retrato el que mas exactamente copia los defectos, así tambien la verdad poética es muy distinta de la realidad, es decir, que sin ser precisamente el trasunto de la vida de todos los dias, es sin embargo hasta cierto punto su idealizacion, que sin perder de vista el original, lo ilumina con los colores de la imaginacion, agrupa en torno suyo los elementos que no se encuentran reunidos en un solo individuo, y que no obstante existen dispersos, y que reunidos forman lo que se llama un tipo.

En lo general la Andalucía es un país muy rico en tesoros de esa clase, y despues del admirable museo de Madrid en ninguna parte de España se pueden hallar tan bellos cuadros como en Granada, Sevilla y otras ciudades andaluzas. ¡Qué de tesoros de Murillo y Ribera, de Cano, Palomino, Zurbarán, Herrera y muchos otros maestros, dispersos en todo ese país del amor voluptuoso y del arte delicado!

La montaña se ostentaba á nuestros ojos llena de hermosura y majestad en su conjunto y de gracias y sorpresas en sus relieves, sus hondas ramblas, sus magníficos bosques, sus solitarias praderas, sus dispersos chalets y sus mil rasgos interesantes.

Los barcos de la flota que Kubilai-Kan envió a la conquista del Japón, dispersos e impulsados por una tempestad, pudieron llegar acaso al Fusang misterioso; pero de seguro que jamás volvieron de allí trayendo nuevas de lo que habían visto.

Corro y Aldao se dirigieron a la ciudad, y los dispersos trataron de rehacerse, dirigiéndose hacia los Llanos, donde podían aguardar las fuerzas que de San Juan y Mendoza venían en persecución de los fugitivos. Facundo, en tanto, abandona el punto de reunión, cae sobre la retaguardia de los vencedores, los tirotea, los importuna, les mata o hace prisioneros a los rezagados.

Algunos dispersos habían llegado al Pergamino y unos proclamaban resueltamente la victoria, otros dudaban del éxito, y los más tranquilos manifestaban la vacilación que se experimenta en esos trances. No era entonces Buenos Aires lo que es ahora.

Había ya terminado la comida, llegaba a lo sumo la alegría, y los chiquillos, dispersos por todos los lados, comenzaban a organizar diversas partidas de juego; en lo alto de una roca, montado a caballo sobre uno de sus salientes, hallábase Tapón muy afanado, en mangas de camisa, armando con una caña abandonada y un largo bramante un aparato de pesca.

Un mozo les dijo que arriba, en el gabinete de la izquierda, les esperaban tres señoras y dos caballeros. Antes de subir dió las disposiciones necesarias para la cena que había encargado. En el gabinete, dispersos por las sillas, estaban Rafael Alcántara, Manolito Dávalos, la Nati, la Socorro y la Amparo, que los recibieron con fueras y silbidos.

Y la divina corona Que la Patria al guerrero, Sobre sus frentes marchitas Se vió caer desde el cielo. Blanco á la carga conduce A sus valientes de nuevo, Pero al querer batallar Todos se miran envueltos, Y cual las hojas de otoño Por la campaña dispersos. En vano el buen coronel Levanta su voz de trueno, Abandonado y sin gente Solo le ampara su acero.

Cuando los ingenieros reúnen en un canal todos los arroyuelos dispersos de la llanura, crean un río bastante capaz para la navegación. El barón de Sanglié, la duquesa y todos los que se interesaban por él, estaban asombrados del cambio de sus costumbres. Vivía tan sobriamente como el joven ambicioso que quiere triunfar por medio de las mujeres. Iba muy raras veces por el club y ya no jugaba.