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A pesar de esto, me quería y me cuidaba bien, y como siempre me estaba recordando que yo no tenía madre y que mi padre no se cuidaba de , la encontraba muy buena por tenerme a su lado y soportar mis defectos, y estaba tan acostumbrada a ella, a sus maneras un poco rudas y a sus manías, que cuando murió, no sabía qué hacer de mi vida sin ella.

No eran un modelo de corte, ni había que fiar mucho en la regularidad de los patrones, obra también de Florentina; pero ella, reconociendo los defectos de las piezas, pensaba que en aquel arte la buena intención salva el resultado. Su excelente padre le había dicho aquella mañana al comenzar la obra: Por Dios, Florentinilla, parece que ya no hay modistas en el mundo.

No hay nadie sin defectos, se decía, y es preferible que tenga éstos al que yo había imaginado. Cinco o seis días después del suceso relatado, El Joven Sarriense insertaba una gacetilla donde pérfidamente se insinuaba la misma idea que le había obligado a hacer aquella memorable excursión nocturna a Tejada.

Por esto, desde que nació mi hija, desde que por primera vez la vi y presentí que iba a ser hermosa, me propuse y ansié que su hermosura eclipsase la mía, que en discreción, elegancia y saber me aventajase, y que estuviese exenta de todos los defectos y manchas que en hay.

La superstición y la ignorancia hacen bárbaros a los hombres en todos los pueblos. Y de los indios han dicho más de lo justo en estas cosas los españoles vencedores, que exageraban o inventaban los defectos de la raza vencida, para que la crueldad con que la trataron pareciese justa y conveniente al mundo.

Parodiando estas palabras, bien podemos afirmar que, tal como hoy van las artes bellas, tener buen gusto equivale á señalarse, no entre diez mil hombres, sino entre cien mil. El origen de esta perversión del gusto no debe buscarse en circunstancias del momento, en defectos de escuela trasmitidos de unos individuos á otros, en extravíos fortuitos.

Los mismos defectos se observan en las piezas verdaderas de espectáculo, Auristela y Lisidante, y Los tres afectos de amor.

Pueblo sin caracter, nacion sin libertad; todo en vosotros será prestado hasta los mismos defectos. ¡Pedís españolizacion y no palideceis de vergüenza cuando os la niegan!

Por último, ve el poeta ante á estos señores, ya de vuelta; acompaña en su alegría á las princesas, y acaba con un epílogo en su nombre, que es de lo mejor de aquel tiempo, y lleno de bellezas verdaderamente poéticas, no obstante adolecer de los defectos generales de la poesía erudita de su tiempo.

No siempre es fácil tarea el señalar á punto fijo esos defectos; mayormente cuando el que los padece es un hablador facundo y brillante, que desenvuelve sus ideas en un raudal de hermosas palabras.