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Con tal que no hiciese más que sacarle de esta mala vida, de este pueblo, de este hogar de pena y de vergüenza. ¿Lo hará? ¡Dígame que lo hará! ¿No es verdad? Lo hará; no puede, no debe negármelo.

En seguida me propuso que nos tratásemos de , pero después de aceptado se volvió atrás ofreciéndome que yo la tratase de y ella siguiese con el V. No quise conformarme. Pues mire V., yo no puedo hablarle de ; me da mucha vergüenza... Pero, en fin, vamos a ensayar.

Declárele cómo había muerto tan honradamente como el más estirado, y cómo me había escrito mi señor tío el verdugo de esto y de la prisioncilla de mamá; que a él, como quien sabía quien yo soy, me pude descubrir sin vergüenza. Lastimóse mucho, y preguntóme qué pensaba hacer.

Terminado el diálogo se despidieron, y Millán se fue: Pepe entró al cuartito donde trabajaba y, a solas, se dejó caer sobre una silla, casi llorando de rabia y de vergüenza. En aquel momento, hubiera sido capaz de ahogar a Tirso entre las manos. El ruido que hicieron algunos cajistas al marcharse le distrajo de pronto y, mirando al reloj vio que faltaba poco para la hora de la cena.

La Samaritana se puso colorada, porque le daba vergüenza de decir que hacía lo menos diez o doce años que no se había confesado. Por fin lo declaró. «Perfectamente dijo Nicolás, acercando su sillón al sofá en que la joven estaba . Le prevengo a usted que tengo mucha experiencia de esto. Hace cinco años que practico el confesonario, y que las cazo al vuelo.

¡Este vejestorio está insultando al pueblo! ¡Es un carcunda rabioso! ¡Vaya una vergüenza que así se insulte al pueblo! ¿Por qué no matáis a ese bribón? ¡Matarlo, ; matarlo! ¡Matarlo! ¡Matarlo!...

Pues usted respondió ella lánguidamente está algo desmejorado. Confesó que, en efecto, no andaba bueno desde que..., desde que se había acatarrado un poco. Le daba vergüenza referir lo de la noche en vela, el desmayo, la fuerte impresión moral y física sufrida con tal motivo. Nucha empezó a hablarle de algunas cosas indiferentes, y pasó sin transición a preguntarle: ¿Ha visto usted la pequeñita?

Todavía ardieron otras dos o tres pelucas, poniendo a la vergüenza a otros tantos pillastres de la calle que servían de comparsas en el teatro. El baile se terminó al fin sin más incendios.

¡Miedo!... ¡vergüenza! exclamó la Nela con temor, abriendo mucho sus ojuelos . ¡Vivir con ellos, viéndoles a todas horas... porque se casarán, el corazón me ha dicho que se casarán; yo he soñado que se casarán!... Pero Florentina es muy buena, te amaría mucho....

Gould, todavía convaleciente de sus heridas, parecía sentir vergüenza delante de su esposa. «¡No haber sabido defenderte!...», decían sus ojos. Y lanzaba á continuación su mirada suplicante. Esta mirada devolvía á Mina un pálido recuerdo del antiguo afecto. Sólo esta mirada era verdad. Todo lo demás del héroe, pura mentira.