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Al despertar, veía frente a el rostro pálido y dulce de su cuñada, con los ojos muy abiertos, mirando con fijeza al vacío. ¿En qué piensas, Huesitos? le preguntaba restregando los suyos. La joven salía de su éxtasis estremeciéndose, y sonreía bondadosamente. No lo yo misma... En nada. ¿No tienes algún quebradero de cabeza? le dijo una noche levantándose y cogiéndola afectuosamente la barba.

Después de algunas apreturas, María y Genoveva consiguieron verse en el pórtico y emprendieron el camino hacia casa. Mas la señorita de Elorza volvía con frecuencia la cabeza. Un caballero anciano, alto, delgado, pálido, con perilla y grandes bigotes blancos, vestido de negro de pies a cabeza, las seguía a larga distancia.

Sus ondas son de un verde pálido bellísimo; su navegacion es activa y muy importante; sus borrascas no muy frecuentes pero violentas; su temperatura suave y deliciosa durante las noches de verano, pero fuerte y enérgica durante el dia. El canton de Zuric es uno de los mas ricos, fuertes, importantes é ilustrados de la Confederacion.

Un hombre sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la borda, avanzaba su rostro pálido entre los pliegues de una manta. ¿Eres , enfermo? dijo Maltrana . ¿Cómo va ese ánimo?

¿Y éste sabe saltar? preguntó Lorenzo ligeramente pálido, mientras su caballo, parado junto a la zanja, contemplaba el campo en toda dirección. ¡Anímalo!...

Me levanto de la cama y escribo estos cuatro renglones en un estado casi febril. Todo el mundo nota que ando ojeroso y pálido estos días.

El temblor nervioso que al principio le sacudía iba calmándose; la convulsa, violenta, pavorosa expresión de su rostro lívido y de sus ojos enrojecidos se iba transformando: pálido, agotado, sin fuerzas, parecía él también próximo a caer. ¿Estaba sola cuando se mató? Sola. ¿Habló usted con ella esta mañana? ; habló con ella. ¿Estaba triste? Mortalmente. Podríamos ver si ha dejado algo escrito.

Pero al sentirse libre del ambiente de la isla y volver a su antigua existencia, tal vez no fuese Margalida más que un pálido recuerdo, y él reiría el primero de esta pasión de una atlota hija de un antiguo arrendatario de su familia. No vaciló más.

Al terminar el peinado comenzó el arreglo del rostro. ¡Oh estupideces de la moda! A las dos incomodábalas su color pálido de arroz, aquel color puramente valenciano que hace recordar las delicadas tintas de la camelia.

Llegó y todo se supo; el Obispo rezaba ante una imagen de la Virgen, y al oír que don Santos se negaba a recibir al Señor, y a confesar, levantó las manos cruzadas... y con voz dulcemente majestuosa y llena de lágrimas, exclamó: ¡Madre mía, madre de Dios, ilumina a ese desgraciado!... Estaba pálido el buen Fortunato; le temblaba el labio inferior, algo grueso, al balbucear sus plegarias íntimas.