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Actualizado: 29 de junio de 2025


Silas se vio entonces bruscamente asaltado en su choza, ya sea por madres que deseaban que, por medio de sortilegios, les curara la tos convulsa a sus hijos, o que a ellas mismas les hiciera bajar la leche; ya sea por hombres que necesitaban drogas contra los reumatismos o los nudos en los dedos. Para evitar una negativa, los solicitantes llevaban dinero en el hueco de la mano.

Cogió la mantilla, se la echó encima de la cabeza con mano convulsa, obligó a la doméstica a ponerse la suya y se lanzaron a la calle. El Campo de los Desmayos hervía ya de gente. Les costó mucho trabajo avanzar hasta colocarse en el medio. Obdulia quería a todo trance acercarse a la casa del párroco, donde se alojaba el prelado.

El temblor nervioso que al principio le sacudía iba calmándose; la convulsa, violenta, pavorosa expresión de su rostro lívido y de sus ojos enrojecidos se iba transformando: pálido, agotado, sin fuerzas, parecía él también próximo a caer. ¿Estaba sola cuando se mató? Sola. ¿Habló usted con ella esta mañana? ; habló con ella. ¿Estaba triste? Mortalmente. Podríamos ver si ha dejado algo escrito.

Dejose caer aletargada sobre las fundas, respirando trabajosamente, casi convulsa. Ana se sintió iluminada por una idea feliz. Tomó el muñeco vivo, y sin decir palabra, lo acostó con su madre, arrimándolo al seno, que el angelito buscó a tientas, a hocicadas, con su boca de seda, desdentada, húmeda y suave.

Viva impresión produjo en el juez Ferpierre la lectura de estos documentos. La instintiva aversión que sentía por el rebelde se había ido atemperando secretamente con un sentimiento de compasión. Aquella alma convulsa no era tan mala: puesta en otro camino y bien guiada, habría podido dar al mundo luminosos ejemplos del bien. ¿Por qué no lo había curado el amor de un ser como la Condesa d'Arda?...

Sonrió al verme y me habló en voz baja y con grande trabajo. Iban a ponerle una cantárida, y me salí. En el corredor tropecé con Olóriz, que daba paseos por delante de la puerta, atusándose la barba con mano convulsa.

Estaba irrascible, irritable, convulsa como una fiera herida; la silla tiritaba bajo el peso de sus muslos pletóricos y su marido volvía a agitarse acariciando tímidamente el recuerdo favorito del tratamiento del doctor Brown. No valen todas ellas el disgusto que me han dado, ¡perras viejas caches! exclamaba con una voz tosida y un poco gangosa.

El segundón, tendiendo en el aire sus manos crispadas por el ansia fratricida, lanzó de su boca fiero torrente de insultos y amenazas incomprensibles; mientras el mayorazgo, inmóvil y descolorido, le miraba con sonrisa convulsa, la mano derecha en la daga. De pronto, al escándalo de las voces, doña Urraca, la mujer del hidalgo, apareció en la puerta cual brusca visión.

Pálida y convulsa resplandecía tan bella la muchacha, que Narcisa hubiera querido aniquilarla con sus ojos acerados, cargados de ira. Cuando la dejaron sola con su terror, se quitó con manos temblonas el alegre vestido blanco, y otra vez se abrumó bajo la tela sombría de su luto.

Á la escasa claridad de la luna, que comenzaba á salir, vió que los dos que departían en la ventana eran Soledad y Antoñico. Observó que la joven estaba agitada, convulsa, que acompañaba sus palabras de vivos movimientos de cabeza, mientras Antonio, con la suya inclinada hacia el suelo, hablaba poco y con humildad.

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