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Actualizado: 20 de mayo de 2025


El cual no se dio cuenta de aquella caída brusca desde las grandezas de pensionista a la humildad del asilado. El patio es estrecho. Se codean demasiado los enfermos, simulando a veces la existencia de un bendito sentimiento que rarísima vez habita en los manicomios: la amistad. Aquello parece a veces una Bolsa de contratación de manías. Hay demanda y oferta de desatinos. Se miran sin verse.

Miróle el fondista extrañado, con ira casi, y contestó con toda la brusca hombría de bien del genuino guipuzcoano: ¡Quite usted, caballero, allá!... ¿Usar eso en Guipúzcoa?... ¡Nunca!... Diógenes dio un suspiro de descanso y se echó a llorar.

Uno de los más curiosos espectáculos de la montaña es esta brusca aparición del arroyo que durante todo el curso por las regiones superiores ha corrido por la sombra, acrecentándose con los millones de gotitas desprendidas de las hendiduras de las bóvedas.

Fragoso quedó encantado de aquella brusca energía de nervios y músculos que no recordaba más, y subió a su memoria el recuerdo del viejo combate con la irara; era la misma mordida sobre la cruz: un golpe seco de mandíbula, y a otra rata.

Hubo una brusca apertura de ojos, seguida de una lenta caída de párpados. Los dedos se arqueron, y nada más. La joya, sacudida por la convulsión del ganglio herido, tembló un instante desequilibrada. Kassim esperó un momento; y cuando el solitario quedó por fin perfectamente inmóvil, pudo entonces retirarse, cerrando tras de la puerta sin hacer ruido.

De repente determinose una brusca sacudida en su espíritu, y tomándole la mano a su querida amiga y apretándosela mucho, le dijo con expresión de terror: «¿Qué te parece a ti, me salvaré yo?». ¿Pues qué duda tiene? replicó la otra tranquilizándola Dicen que aunque los pecados de una sean tantos como las arenas de la mar... figúrate la cantidad de arenas que habrá en todita la mar...

En vano Juanita quiso conocer la causa de tan brusca marcha. Te ruego que calles lo dijo Isabel; te conservaré mi amor a este precio. Te amo, no amaré más que a ti; te seré fiel, te esperaré toda mi vida si es necesario, pero nada digas a mi hermana; éste es mi deseo. Y yo deseo que hable dijo Juanita con dulce voz, reteniendo por la mano a su futuro hermano, que sufría al verse detenido.

Gonzalo subió al segundo paredón con un deseo irresistible de desahogar el pecho, y poner a su tío al tanto de lo que ocurría. Y eso que la condición brusca y severa de éste no se amoldaba muy bien a las confidencias amorosas. Pero la ocasión era crítica y precisa. Don Melchor, que con el peso de los años solía doblar un poco el cuerpo hacia adelante, al ver acercarse un hombre a él, se irguió.

Stein quedó sumamente sorprendido de esta brusca salida, y aún más, de la decisión e impasibilidad con que se hacía. Luego, se sonrió y la dijo: ¿Te casarías, pues, conmigo, bella hija de la naturaleza? ¿Por qué no? respondió la Gaviota.

Vamos: no, no puede ser; vos os equivocáis... tenéis la imaginación demasiado viva, doña Catalina. Quien tiene la culpa de todo esto, es mi padre. A esta brusca salida de asunto, ó como diría un músico, de tono, la duquesa no pudo reprimir un movimiento de sorpresa. ¡Qué decís!-exclamó.

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