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Despues de la espulsion de los Jesuitas, fué transferida esta mision á la ribera opuesta, sobre una dilatada llanura anegada en partes, y donde un pequeño arroyo que comunica con el Mamoré facilita la navegacion en el período de las lluvias.

Salida de la Guardia de Rojas: á las 2 leguas se comenzó á costear el arroyo de Rojas, y

Los dos brazos del arroyo nos parecían anchísimos estrechos, y para convencernos más de nuestra soledad en la inmensidad de las aguas, hasta les dábamos el nombre de océanos: uno era para nosotros el Pacífico; el otro, el Atlántico. Una piedra aislada sobre la que chocaba la corriente, se llamaba la blanca Albión, y más lejos, una cabellera de limo detenida por la arena, era la verde Erin.

En el monte sólo encontrarían algún arroyo donde beber un buche, y aun esto había que evitarlo, pues los cursos de agua eran los sitios más frecuentados por los guardas. Al volver a las Carolinas harían una cachuela, el gran plato de los cazadores, que sabía a gloria: un guiso de entrañas frescas de conejo.

Cierto que la modesta catarata del arroyo no es un mar que se despeña como el salto del Niágara; pero por pequeño que sea, no deja de producir una impresión de grandeza á quien sabe mirarlo, y no pasa indiferente por su lado.

Casi enfrente de un torrente pequeño y murmurador, que salta alegremente de piedra en piedra para sumarse á la bastante considerable cantidad de agua del arroyo, se abre un barranco de rápida pendiente y seco con frecuencia.

No obstante, también aquí, donde el curso parece casi recto, concluye por determinar una sinuosidad á la que suceden otros rodeos hasta que el arroyo se mezcla con las aguas del río para confundirse con las del mar.

Diferente al arroyo que murmura encantador en sus cascadas de perlas, el gran río se dirige hacia el mar sin estruendo, casi sin ruido, pero llevando en su seno un ímpetu furioso; si encuentra un obstáculo, inmediatamente sus aguas lo salvan formando fuertes torbellinos donde se sumergen arrastrados para reaparecer á una gran distancia de allí.

Bajo los faroles, al borde del arroyo, las chulas y los granujas voceaban periódicos y décimos de lotería. Al atravesar de unas a otras aceras, las mujeres se levantaban la falda, más cuidadosas algunas de enseñar el pié que de resguardar los bajos.

Pero si consideramos la situación en conjunto, nos es preciso reconocer que los progreses realizados desde aquellos tiempos son bien grandes. El aire y la luz entran en la mayor parte de nuestras residencias; el sol penetra por las ventanas; á través de los árboles vemos brillar á lo lejos las perlas líquidas del arroyo y á nuestra vista se presenta hasta el inmenso horizonte.