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Cierto que la modesta catarata del arroyo no es un mar que se despeña como el salto del Niágara; pero por pequeño que sea, no deja de producir una impresión de grandeza á quien sabe mirarlo, y no pasa indiferente por su lado.

A la salida y á la entrada, cruza Amparo delante de él, sin mirarlo, sin mirar á nadie, mirando al suelo. ¡Yo respondo de que sabe que su adorado está allí, y de que, á hurtadillas, lo ha medido de pies á cabeza!

Nos traslada á un mundo, por decirlo así, al revés del nuestro, en el cual todo lo grande y lo sublime para nosotros, por nuestra costumbre de mirarlo así, se transforma en pequeño é insensato. Sucesos burlescos, bajas locuciones cómicas, los refranes y el dialecto de las clases más abyectas del pueblo, concurren juntos á mantener á los espectadores en una risa continua.

El chino, sin mirarlo, vio que estaba casi vacío; sin escudriñar el aposento, observó que estaba pobremente amueblado, y sin apartar su vista del techo, notó que la señora y Carolina vestían con la mayor pobreza. No obstante, debo confesar que los largos dedos de Ah-Fe apretaron de firme el medio peso que aquélla le alargó.

, está en casa; dice ella sin dejar de mirarlo. «¿Qué diablos querrá contigopiensa el soldado tratando de vencer su timidez. Después de su estancia en Berlín, Juan tiene algunos motivos para considerarse un poco conquistador, y es para él una cuestión de honor aproximarse al seto y trabar conversación con la joven. ¿Se trabaja? pregunta, por decir algo.

Las espadas, los sables, las pistolas todo esto tiene un carácter decorativo y de panoplia, y uno puede mirarlo alegremente; pero, ¿y el botiquín? ¿A quién no le asalta por un instante la idea de la muerte al ver a un médico con su botiquín debajo del brazo? En Francia, los duelistas procuran presentarle al público de vez en cuando un pequeño cadáver.

La Roca de San Pablo fue quedando a la popa del trasatlántico. El islote estéril recibió el título de antipático de boca de las señoras, que dejaron de mirarlo, falto ya de interés. Visto sin los gemelos, parecía algo repugnante que flotaba sobre las aguas: los residuos digestivos de un leviatán; un montón de deyecciones del fabuloso pájaro Roc.

1 Y vi en la mano derecha del que estaba sentado sobre el trono un libro escrito de dentro y de fuera, sellado con siete sellos. 2 Y vi un fuerte ángel predicando en alta voz: ¿Quién es digno de abrir el libro, y de desatar sus sellos? 3 Y ninguno podía, ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra, abrir el libro, ni mirarlo.

La verdadera diferencia está entre la clase pobre y las demás, según podremos ver en el boceto del siguiente cuadro. En la caída de una elegante casa de uno de los aristocráticos barrios de Manila, vese sentado sobre un petate un ser que con solo mirarlo se comprende arrastra su existencia por el triste arenal de las penas y amarguras. Aquel sér es una mujer, mejor dicho, una niña.

El otro día le he visto por la calle de Alcalá enganchado al faetón. Bien de mundo se paraba a mirarlo. Hablaron un rato de los caballos que el duque le había comprado. Este ponía tachas a todos. Fayolle los defendía con entusiasmo de aficionado y de comerciante. En un momento de pausa dijo sacando el reloj: No quiero molestarle más.... Venía a cobrar la cuentesita última.