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En este año se puso en escena en el teatro francés Les Femmes Savantes, de Molière, imitación de esta comedia calderoniana. El postrer duelo de España. Eco y Narciso. El monstruo de los jardines. La niña de Gómez Arias. El hijo del sol, Faetón. La aurora en Copacavana. Fineza contra fineza, y
Dos o tres días después, volviendo del Saladero, a donde fue para decir a su hermano que pronto le soltarían, vio Maximiliano a Santa Cruz guiando un faetón por la calle de Santa Engracia arriba. Ya tenía el brazo bueno. Miró a Maxi, y este le miró a él. Desde lejos, porque el coche iba bastante a prisa, observó Rubín que este entraba por la calle de Raimundo Lulio. ¿Pasaría luego a la de Sagunto?
Con la fábula de Céfalo y Proclis, de las Metamorfosis, de Ovidio, VII, 794, aparece también en íntimo y artístico enlace el famoso Heróstrato, que incendió el templo de Diana. Este drama, también, es uno de los mejores de su clase, y contiene muchos rasgos de verdadero genio. El faetonte ó El hijo del Sol, Faetón.
Me invitó a acompañarle, lo cual acepté con gusto, tanto por enterarle de mi negocio cuanto por dar aquel grato paseo. El coche en que montamos era un faetón tirado por cuatro caballos tordos enjaezados a la calesera. Don Jenaro y yo nos sentamos delante, y éste empuñó las riendas. Dos criados venían sentados detrás.
Después de mucho pasear vio el faetón de Santa Cruz, guiado por el lacayo, despacio, como para que no se enfriaran los caballos. Ya no quedaba duda. El coche le esperaba. Violo subir hasta Cuatro Caminos, donde se detuvo para encender las luces. Después bajó, y al llegar a los Almacenes de la Villa, otra vez para arriba. Maxi no le perdía de vista.
En la larga fila de vehículos estaba el antiguo faetón, balanceándose sobre sus muelles como una enorme caja fúnebre y encerrando en su acolchado interior toda una familia, incluso la nodriza; la ligera berlina, con sus ruedas rojas o amarillas; la carretela, como una góndola, meciéndose a la menor desigualdad del suelo, y la galerita indígena, transformación elegante de la tartana y símbolo de la pequeña burguesía, que, detenida en mitad de su metamorfosis social, tiene un pie en el pueblo, de donde procede, y otro en la aristocracia, hacia donde va.
Pues, finalmente, a los tres días me le vi en un faetón, como si tal cosa, y pasó por junto a mí y las ruedas me salpicaron el barro de la calle... No es que me importe el materialismo del barro; lo digo para que se vea lo que son... ¿Pues creerá usted que encontró después quien le prestara? Ello fue al cuatro mensual; pero aun al cinco sería, como quien dice, el todo por el todo.
La mampara volvió a abrirse, y apareció primero una chistera descomunal, luego una cara de muñeco llorón y por último un cuerpecito ataviado de larga levita, y botas altas, que todo él hubiera cabido, como en una funda, dentro del sombrero de copa; era el lacayo de Jacinto, que traía el faetón.
Ahora pensaba de qué amigo valerse para ir a Palermo. De dos o tres más, había recibido en la semana iguales o parecidos favores. Quedaba Jacinto Esteven. Con Jacintito tenía más confianza: cierto es que la butaca de Colón se la regaló él la noche anterior, pero era su primo y no tenía nada de particular que ocupara la tarde siguiente su elegante faetón.
Pero la pobre Carlota fue desde aquel día la víctima, la cenicienta de la casa. Su madre la trataba con increíble desprecio; no perdonaba ocasión de vejarla con indirectas crueles. Presentación la ayudaba en esta tarea simpática. A mí me gustaría colocarme así, espléndidamente, como mi hermana. ¡Casarme con un pobrete! ¡Puf! Oyes, Carlota, ¿tu marido compra por fin mylord o faetón?
Palabra del Dia
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