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El día lo pasaba aprendiendo la caja, adiestrándose en componer y distribuir; luego empezó a hacer monos y remiendos, y a la noche se iba por las calles a vender un veinticinco de un periódico que allí se tiraba.

Una temporada adoraba a los Padres de la Compañía y no encontraba misa buena ni sermón aceptable, si no era en su iglesia: pero de pronto se cansaba de la sotana, le seducía el hábito con capucha, según sus colores, y abría su caja y las puertas de su hotel a los Carmelitas, a los Franciscanos o a los Dominicos establecidos en Jerez.

Una nuera protestante es susceptible de ser convertida por la influencia de piadosas exhortaciones, ¿y devolver al regazo de Nuestra Señora Madre la Iglesia una oveja descarriada, no es hacer una obra piadosa? Continuando la lectura de su correo, Huberto descubrió una pequeña caja, cuidadosamente envuelta. La abrió: era el estuche, sobre cuyo terciopelo blanco descansaba el anillo de rubí.

Este juzgado tiene una caja en el mismo lugar, que se conservan y custodian los fondos públicos del estado , y en ella deposita el juez el líquido remanente de las testamentarías de que conoce por derecho.

La carta tenia un sello de oro de cuatro mitcales de peso, con la imágen del Mesías en un lado, y los retratos de Constantino y su hijo en el otro. Estaba metida en una bolsa de tejido de plata, y esta en una caja de oro con el retrato de Constantino admirablemente esmaltado: todo encerrado en un estuche con funda de seda y oro. Este cementerio estaba en el recinto de los alcázares de Córdoba.

El duque de Arjona que supone Morales enterrado en Córdoba no murió hasta el año 1438, y el duque de Medinasidonia, de quien aqui se trata, fué mandado enterrar en la capilla mayor antigua en 1404. Falta solo saber qué se hizo del arca ó caja de madera en que yacia sepultado.

¡Me llaman! exclamó aquélla, guardando con prisa su dibujo en la caja . ¡Más tiempo!... ¡Ya ve usted si es fácil!... ¡Ya ve usted cómo puedo disponer de mis horas! ¡Su vida de usted no es por cierto dichosa! añadió Fabrice echando a la huérfana una mirada de tierna compasión.

Había en esta petición del desdichado artista algo tan conmovedor, que el marqués volvió la cabeza para ocultar la contracción casi convulsiva de su rostro. Será dijo como lo deseas. El pintor guardó las pistolas en su caja y tomó algunos blancos. Conozco mucho estas armas. ¿Quieres que nos sirvamos de otras? ¡Es inútil! contestó Pedro . Yo también he tirado frecuentemente con ellas. ¡Vamos!

Este había entrado en su taberna para beber algo haría cosa de un mes, y había declarado positivamente que llevaba una caja de yesca que le servía para encender su pipa. Había en aquello, sin duda, una pista para seguir.

Puede usted dejar el trabajo mientras el señor esté aquí... Aquí tiene usted los libros que está autorizado para traerle... El marinero abrió la caja y sacó una biblia, un libro de viajes y unos paquetes de tabaco. Creo que querrá usted aceptar estos cigarros, dijo Tragomer al vigilante; no los hay así en la colonia. En cuanto al tabaco, ruego á usted que se lo deje á este pobre muchaobo.