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De los primeros, que tuvieron principio humilde y subieron a la grandeza que agora conservan, te sirva de ejemplo la Casa Otomana, que, de un humilde y bajo pastor que le dio principio, está en la cumbre que le vemos.

En España se conservan esos monumentos muy bien, pero se dejan cegar los antiguos canales que datan del siglo pasado. De Almanza á Madrid el ferrocarril toca en veinte y dos poblaciones, sobre terreno llano, con un total de cerca de 100,000 habitantes, exclusivamente consagrados á la agricultura, cuyos productos principales son los trigos y vinos y algun aceite de olivas.

Con placer me interno por los senderos menos frecuentados del bosque, donde los árboles conservan todavía tanta cantidad de hojas amarillentas que interceptan los pálidos rayos del sol, de las cuales también como lluvia constante tantas van cayendo, hojas muertas que pisamos, que nos dicen que todo está muerto, que todo muere, que todo morirá.

Solo se conservan la iglesia, la sacristía y los claustros y algunos salones desiertos, con unas cuantas celdas felizmente sin capuchas vivientes. Al recordar las reglas de ese singular instituto se comprende por qué fueron tan raras las Cartujas en Europa y en todo el mundo católico, y por qué sus templos llegaron á ser maravillas de arte.

Hasta en aquellas alturas la roca está cubierta casi por todas partes de una especie de unto, por la vegetación de los líquenes, pero en varios sitios han descubierto la piedra el roce del hielo, la humedad de la nieve, la acción de las heladas, de la lluvia, del viento, de los rayos solares; otras rocas, quebradas por el rayo, conservan la imantación causada por el fuego del cielo.

También el 24 de Junio del citado año de 1477, hubo corrida en la plaza de San Francisco, repitiéndose otra el día de Santiago, y costando las reses quince mil maravedís, según las cuentas que aún se conservan.

Del reinado de Felipe IV se conservan papeles donde se citan muchos de aquellos fenómenos mantenidos con holgura y regalo que ya hubieran querido para hombres insignes que padecieron hambre y desprecio.

Fácilmente se comprende, recordando la aprobación y aplauso, que merecieron las composiciones de Lope de Rueda, que no faltarían imitadores numerosos de su manera y estilo, si bien se conservan escasos monumentos literarios que lo atestigüen. Únicamente podemos mencionar algunos pasos de autores anónimos.

Sus novelas son de una gran intensidad dramática aun cuando conservan en sus lineamientos una elegancia impecable, algo de aristocrático en la concepción y en la forma, que se revela en todas sus páginas y que caracterizan al joven escritor de una manera feliz.

Las cartas originales existentes en la Biblioteca Nacional de París, cuyas copias acompañan á la presente exposición, conservan el sello de lacre en que distintamente se ve el laberinto cerrado y el Minotauro con el dedo en la boca; emblemas que los señores ingleses atribuyeron al orgullo y el peligro de sus funestos amores; simbolismo apropiado á quien hacía del misterio condición utilitaria.