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Al llegar a la esquina de la calle de la Montera, Hojeda volvió en de pronto y dijo en el tono afectuoso y humilde que le caracterizaba. ¡Buena matraca te he dado, Miguelito! Perdona a este viejo chocho y vete con Dios a descansar, que aquí nos separamos. Miguel se despidió de él apretándole con efusión la mano.

No, hija, como Pepe, no: nuestro hermano es hijo de un funcionario público; el padre de ese joven, si no he oído mal, era cajista, jornalero. Impresor. Llámalo como quieras. Siendo ya viejo, llegó a dueño de la imprenta; pero su origen no puede ser más humilde. Eso no quiere decir que sea mala persona; pero, en fin, ¿por qué te disgusta que nosotros ambicionemos para lo mejor?

Cristeta se presentó en el andén vestida con elegante sencillez. Ya no era la chiquilla que años antes salía muy de mañana con un pañuelo a la cabeza y un vestidillo de percal a comprar buñuelos para que sus tíos tomaran chocolate, ni recordaba en nada la humilde comiquilla de los primeros meses de contrata, en que iba a los ensayos con velo negro, como van al taller las oficialas de modista.

El error, pues, está en el camino que hay que seguir para llegar á la perfección, pero no en aspirar á ella. Y ciertamente quien aspira á ser perfecto como Dios, no se comprende que pueda ser humilde, á no ser en el primer sentido arriba expresado.

Olvidas generosamente mi humilde origen, y la manera cómo tu padre me sacó de la miseria; ¡a me toca acordarme! Pero si María Teresa supiera... quien sabe si... Escucha, Jaime: Vas a jurarme que no harás nada porque lo sepa. Sería odioso y cruel. Ahora le soy indiferente ¿no me detestará si sabe que me atrevo a amarla? Amigo mío, te lo suplico, déjala en la ignorancia.

A fuerza de mirar mi mujer el pobre papel que hago, lo desdeñado que estoy, la humilde posición que ocupo, ¿no acabará por desdeñarme también? ¿No acabará por odiarme, si considera que la hago víctima de mi mala ventura? Ahí, aunque pobre, era una señorita de las primeras. Aquí es la mujer de un obscuro y miserable empleadillo, de quien nadie hace caso.

Á este San Estéban, á esta humilde y primitiva basílica del cristianismo, único monumento religioso de la Citè, unió otra iglesia el rey Childeberto, hijo de Clovis, á instancias del obispo San German, bajo la advocacion de Nuestra Señora, de donde trae su orígen el nombre actual de esta suntuosa metropolitana de Paris.

Por el mismo estilo se habían salvado de completa ruina las urnas de santos y las cornucopias, que por no tener ya en sus cristales sino irregulares manchas de azogue parecían una colección de mapas geográficos. Lo nuevo, que era muy humilde, consistía en sillas de paja, cortinas de percal, ruedos de estera de colores; pero alegraba la casa y su vetusto matalotaje.

Su hablar dulzón, su aire humilde, su afabilidad exquisita, le abrían todas las puertas y le ganaban todas las voluntades. De lo que se decía de él, burlábase desdeñoso: don Raimundo trabajaba en la sombra y sus secretos guardábanlos sus cómplices y sus víctimas, empeñados todos en callar, por conveniencia o por vergüenza.

«Otra pintura hizo de dos pobres comiendo en una humilde mesilla en que hay diferentes vasos de barro, naranjas, pan y otras cosas, todo observado con diligencia extraña.