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En todas las ciudades populosas, y especialmente en Cádiz, que era entonces la más culta, había muchas personas desocupadas que eran depositarias de las noticias de Madrid y París, y las llevaban y traían diligentes vehículos, enorgulleciéndose con una misión que les daba gran importancia.

No hay como París para limar lo que hay de sobra de ese género en un cerebro joven. Pero si tiene usted la intención de meterla en un convento... Hasta en el convento, amigo mío... El aire ambiente penetra por las rejas y por los claustros. Dentro de un año se quedará usted asombrado del camino que habrá hecho... y acaso llegue usted hasta a asustarse...

De los manuscritos de D. Agustín Durán, mencionaré también: La despreciada querida, de José Antonio García de Prado, autógrafa, acabada en París el 1.º de agosto de 1625. Venganzas hay, si hay injurias, autógrafa, de Antonio de Batres, con licencia de 1632. El divino portugués San Antonio do Padua, de Bernardino de Obregón, fecha en 1623.

Yo no supongo nada dijo Robledo en el mismo tono . Veo lo presente, como vi otras cosas en París... y me da miedo el porvenir. Quedó indecisa Elena mirando á su interlocutor, como si dudase entre continuar riendo ó mostrarse enfadada. Al fin habló con el tono grave de una persona ofendida: No me considero mejor ni peor que otras.

Los jardines públicos donde tan alegremente se baila en el verano, así como los salones de conciertos, reunen en sus fiestas un gran número de extranjeros, que ávidos corren tras el bullicio y el placer que Paris ofrece en una copa de oro siempre llena.

La indulgencia pontificia en Lóndres es la indulgencia imperial en Paris. Aquí hay indulgencias; es bien seguro que en la otra parte del Estrecho no las habrá.

Y que si fuera vn Rodamonte, hiciera vn desafío campal con su cartel muy en forma, a todos los que auian de salir a desafíos para que no huuiesse mas querelas, o yo muriesse de vna vez, que aunq. estoy acostumbrado a morir muchas, Esta muerte la siento mas que todas las otras. De V. m. Ant. Perez. Bibl. Nac. de París, Fr., 3.652, fol. 146.

Sin duda contesté ligeramente. Entonces, disponga del palco. De todos modos, hoy mismo salgo de París.

Se lo acababan de decir al salir del Café de París, con el palillo todavía entre los dientes. ¿Quién? Un personaje que entra y sale en la Rosada, como Pedro por su casa: tal ministro se apretaba el gorro, porque el que todo lo puede, se lo había sumido hasta las orejas. O si no era algo muy feo, descubierto en cierta repartición, o algo peor atribuído a algún fantoche de las esferas oficiales.

El plazo que en los trenes directos se concede á los viajeros para comer, es sumamente corto. De Burdeos á Paris, que hay una distancia de cien leguas castellanas, solo nos detuvimos á comer en dos estaciones, permitiéndonos solamente quince minutos en una y treinta en otra: todo es necesario para cruzar, como se cruza, tan larga distancia en el brevísimo término de doce horas.