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Excusadme, es mi opinión. ¿Por qué? continuó Juana. Por que elegís mal vuestros amigos. ¿Eso quiere decir, supongo, que hago mal en no elegir al señor Jacobo de Lerne? No... de veras... no. Y, sin embargo, tal cual me veis, había nacido para comprender y aun para participar de los amores de los ángeles.

Después trataban de alentarlo, diciéndolo: «Qué tal, maese Marner, no sois más desgraciado que los otros pobres, al fin y al cabo; y si llegarais a quedar imposibilitado, la parroquia os daría socorro». Supongo que una de las razones porque somos incapaces de consolar al prójimo con palabras, es que nuestras intenciones se corrompen a pesar nuestro antes de pasar por nuestros labios.

»Supongo que conocerán ustedes los detalles de ese proceso, que tanto ruido hizo en España y en Italia. Sabrán también que fuimos condenados a muerte; pero, escuchen lo que tal vez ignoran.

Sin embargo, debo confesar que había muy poca gracia en la situación. Walker estaba confundido, verdaderamente confundido. Mientras había estado yo inconsciente, él me había curado la herida, después de haberla examinado, supongo, e inyectado varios antisépticos.

Mientras la joven se alejaba, Diana interrogó coquetamente a Huberto. Supongo que el sentimiento de indiferencia de que usted hablaba hace un momento, no se extiende a todas las jóvenes que ha conocido en esta estación y si así fuera, tanto mejor para usted; no llevará ningún pesar en su equipaje. Quiero creer, señorita, que su deseo de conocer mis sentimientos, es una prueba de simpatía.

Lo compadezco y lo admiro, porque supongo que a fuerza de labor usted ha adquirido esa compostura necesaria, para interponer, entre usted y esos de quienes habla, una barrera infranqueable!... ¡Horrible labor, amigo mío!

Si supongo lo contrario, si colocándome en el terreno de lo absurdo finjo por un instante que queda cortada la relacion entre el pensar y el ser, se rompe el vínculo que mantiene en órden al universo entero: todo se trastorna, todo se confunde, y lo que se me presenta á la vista no si es el caos ó la nada. ¿Qué ha sucedido?

Supongo que esta tarea le incumbe al señor Leighton añadió, pero prefiero que usted y yo echemos una mirada a los asuntos de mi padre, antes que venga el abogado a examinarlos con sus ojos escudriñadores. Parecía que abrigaba cierta esperanza de encontrar algo que deseaba ocultar al abogado.

Muy bien replicó el monje, al parecer satisfecho de que era un hombre de honor. Supongo entonces que ha llegado el momento de revelarle el secreto, aunque no dudo que le causará indecible sorpresa.

Mazzini volvió un poco la cara a ella con una sonrisa forzada: De nuestros hijos, ¿me parece? Bueno; de nuestros hijos. ¿Te gusta así? alzó ella los ojos. Esta vez Mazzini se expresó claramente: ¿Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, no? ¡Ah, no! se sonrió Berta, muy pálida ¡pero yo tampoco, supongo!... ¡No faltaba más!... murmuró. ¿Qué no faltaba más?