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La primera idea que se le ocurrió fue notabilísima, como todas las que brotaban de aquel cerebro privilegiado: valerse de los reos condenados a muerte para una experimentación adecuada.

La enfermedad de la fe nos ha dejado sin fuerzas; somos como esos seres que, después de sufrir una dolencia en su juventud, quedan anémicos para siempre, sin reconstitución posible, condenados a prematura vejez. ¡Bah!, ¡la ciencia! dijo el Vara de plata yendo hacia su casa . Conozco eso. Es la eterna música de todos los enemigos de la religión. No hay mejor ciencia que amar a Dios y sus obras.

Yo haré un azote durísimo de mis oraciones y penitencias, y con él la arrojaré de allí, como Cristo arrojó del templo a los condenados mercaderes. 18 de Junio.

Los ricos ¿se abrogarán eternamente el derecho de despreciar á los pobres, y éstos á su vez, condenados á la miseria, no cesarán de contestar al desprecio con el odio y á la opresión con el furor? No; no será siempre así. En su amor á la justicia, la humanidad, que cambia incesantemente, ha empezado ya su evolución hacia un nuevo orden de cosas.

Allí permanecían todo el día los condenados del juego, los malditos, sufriendo el más atroz de los tormentos al vivir junto á las puertas del santuario sin poder entrar en él. Habían perdido hasta la última moneda, y los directores de la casa, que repatrían generosamente á los jugadores arruinados, les entregaban el viático para el regreso á su país.

¿Pues cómo se entiende, bellaco, que apenas llegados á ella oigamos ya la charla de esos condenados ingleses? ¿Qué peores ni más dañinas sabandijas para un buen caballero francés? ¡Que se larguen pronto, maese, y de lo contrario, tanto peor para ellos y para vos!

Contrariedad tan inesperada parecía anunciar malísimo éxito a las tentativas generosas de Salvador, porque los prisioneros de Estella estaban ya condenados a muerte. Pero no desmayó por esto, y se puso en marcha para Pamplona, siguiendo a la brigada vencedora.

¡Ah! ¡Un ensalmador de condenados, reparador de injurias y falsificador de doncellas! Conozco al tal. ¡Pero vos conocéis á todo el mundo, don Francisco! dijo Dorotea. Conócenme á todos; no es mía la culpa; el que en enredos anda, enrédase. Yo creo haber oído hablar de ese Cornejo dijo Dorotea.

Después le cayó la herencia de un tío; pero como la señora tenía unos condenados jueves para reunir y agasajar á la mejor sociedad, los cuartos de la herencia se escurrían de lo lindo, y sin saber cómo ni cuándo, fueron á parar al bolsón de Torquemada. Yo no qué demonios tenía el dinero de aquella casa, que era como un acero para correr hacia el imán del maldecido prestamista.

Se trataba de un «sucedido», aunque extremadamente remoto, pues ocurrió algunos años después que Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso y condenados á ganar el pan con el sudor de su rostro.... ¡Cómo hubo de trabajar el pobre Adán!... El tío Correa fué enumerando todas las cosas que el primer hombre se vió obligado á improvisar para cumplir sus obligaciones de padre de familia.