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¿Dónde estabas , belicoso Bartolo, dónde estabas en aquel momento de perdurable memoria para nosotros? Habías llegado tarde á la romería y te habías acercado al hórreo donde los zagales y zagalas se entregaban al baile. Allí tropezaste con un amigo que te invitó á beber unos vasos de sidra.

Ya no fueron solamente los redactores del Faro y los tertulios del Saloncillo quienes se entregaban a este noble ejercicio amaestrados por M. Lemaire. También los socios del Camarote, comprendiendo a la postre la importancia de este arte, establecieron, en un almacén contiguo, sala de armas.

Las mejillas se enrojecían, expeliendo en su dilatación la capa de polvos de arroz; los ojos brillaban, los empellones y las corridas impetuosas parecían enardecerlas, como muchachas que se embriagan con la violencia de sus juegos, y en las expansiones a que se entregaban, acariciándose los inflamados rostros, besándose ruidosamente, parecía notarse algo de desprecio por los hombres que iban detrás.

Una muchedumbre vestida de día de fiesta discurría por él entrando y saliendo de la iglesia, parándose delante de los puestos de bebidas, comprando frutas y confites ó agrupándose en torno de los bailarines. Debajo de un hórreo próximo al templo sonaban la gaita y el tambor y allí más de dos docenas de mozos y mozas se entregaban con furor al baile.

Todos con el mejor vestido, y formando corrillos en los que se departía á gritos, como es costumbre entre la gente de campo, no porque el furor sustente los debates, sino por hábito adquirido viviendo casi siempre fuera de techado; todos, repito, se entregaban á aquel primer momento de ocio, después de una semana de rudas fatigas, con las más expresivas señales de satisfacción, buscándola especialmente en comunicarse unos á otros las observaciones, planes y labores que cada cual había hecho desde el domingo anterior.

Unos yacían amontonados; otros seguían bebiendo y cantando con voces roncas y destempladas; los había en estado de verdadero delirio, que se peleaban como fieras, dándose furiosos puñetazos en las peladas cabezas, mientras que otros, que no habían perdido del todo los sentidos, se entregaban al juego en medio de atronador vocerío.

Cabildo, no parecía en todo conforme con los deseos del pueblo, manifestados por mayoría de votos: y que de cualquier modo estaba resignado en la voluntad del Ayuntamiento, á quien dirigía la contestacion que entregaban, y es del tenor siguiente.

El cura me echó una mirada rápida que significaba: «Va usted a estudiar en lo vivoAprovechando las efusiones a que se entregaban la abuela y la señorita Sarcicourt, el padre Tomás se retiró, con gran desesperación de aquellas señoras, que querían retenerle. ¡Oh! señor cura, soy yo quien le echa... Qué lástima... murmuraba la señorita Sarcicourt haciendo monadas.

Me atrevo á decir: yo no lo quise, Dios nos ha hecho libres, y si yo hubiera podido dudar de esta verdad hasta entonces, aquel momento supremo en que el alma y el cuerpo, el valor y la cobardía, el bien y el mal se entregaban en tan patentemente á un combate mortal, aquel momento, repito, habría disipado para siempre mis dudas.

La beata y el clérigo fueron los fundadores de una congregación de alumbrados, compuesta de hombres y mujeres que, hacia 1620, comenzaron á reunirse en lugares apropósito, y en los cuales se entregaban á las prácticas á que acostumbraban los de la secta.