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Sin más reflexionar, y sin ponerse con nadie de acuerdo, Morsamor espada en mano corrió hacia la puerta del alcázar, se abrió paso por entre cuantos allí peleaban, quedando milagrosamente ileso, y pronto subió a saltos la grande escalera que al piso principal conducía.

Mientras peleaban con los unos, hacian treguas con los otros; y así se conservaron muchos años con tanta reputacion en Oriente, que he leido en la Historia del Cantacuseno, sacada á la luz por el Padre Pontano, que rehusando el mismo Juan Cantacuseno, por no dexar el lado de Andronico el nieto, salir de Constantinopla á gobernar una Provincia, dió por disculpa que la Provincia estaba vecina de los Catalanes, y no podia ir á ella sin mucha gente de guerra, y esta disculpa pareció bastante, y se la admitieron.

Los pueblos de otras razas, donde se sabe poco de los europeos, peleaban por su cuenta o se hacían amigos, y se aprendían su arte especial unos de otros, de modo que se ve algo de pagoda hindú en todo lo de Asia, y hay picos como los de los palacios de Lahore en las casas japonesas, que parecen cosa de aire y de encanto, o casitas de jugar, con sus corredores de barandas finas y sus paredes de mimbre o de estera.

Semejantes a los legionarios romanos, que lo mismo peleaban en tierra que en el mar, los aventureros de la conquista fueron a la vez navegantes, jinetes incansables en las pampas inmensas y duros andarines de las selvas vírgenes, sufriendo los rasguños de la espinosa vegetación, el acecho de los indios, la acometida de las fieras los tormentos del hambre y de la sed.

Se había imaginado encontrar algo semejante a las antiguas expediciones de las Cruzadas: soldados que peleaban por el ideal, que hincaban la rodilla antes de entrar en combate para que Dios estuviera con ellos, y por la noche, después de ardientes plegarias, dormían con el puro sueño del asceta, y se encontraba con rebaños armados indóciles al pastor, incapaces del fanatismo que corre ciego a la muerte, ganosos de que la guerra se prolongase todo lo posible para mantener la existencia de holganza errante a costa del país, que ellos creían la más perfecta; gentes que a la vista del vino, de las hembras o de la riqueza se desbandaban, hambrientas, atrepellando a sus jefes.

Además me era insoportable la presencia de los periodistas, desde el día en que me ajustaron las cuentas y pusieron en solfa mis sonetos. Me repugnaba el trato de mis críticos, solamente soportables para cuando discutían y se peleaban, cada cual en defensa de sus «ideales». Nada más triste que Villaverde al fin del día; nada más horrendo que mi ciudad natal después de obscurecer.

Los Genoveses afrentados de verse tan gallardamente rebatidos de mujeres, obstinadamente peleaban, en caer uno muerto de las escalas, habia otro que se ofrecia al mismo peligro.

Y prosiguiendo su rabia, nos envistieron 10,000, y estuvieron sobre el fuerte catorce dias continuos, con intento de acabar con nosotros: pero Dios lo impidió piadosamente. Traian lanzas largas, con las espadas que habian quitado á los cristianos muertos, por puntas, y peleaban con ellas y otras armas, de noche y de dia, para tomar el fuerte, pero no pudieron.

Pero al transcurrir los días, su carácter se fué ensombreciendo. Le molestaba salir á la calle con René, simple soldado, y además del servicio auxiliar... Las mujeres del pueblo, excitadas por el recuerdo de sus hombres que peleaban en el frente ó vestidas de luto por la muerte de alguno de ellos, eran de una insolencia agresiva.

Los fusileros y algunos pocos soldados armados con sables, trabaron el combate, y peleaban llenos de ardor, avanzando apresuradamente con la mayor bizarria: pero eran pocos para no ser confundidos y derrotados en la eminencia por la multitud que los esperaba.